LA PAZ Y LA NAVIDAD
Luz en la oscuridad,
estrella de la mañana,
la aurora inmortal...
Navidad... fiesta en que celebramos el nacimiento del Redentor del mundo, del hijo de Dios esperado y prometido desde muchos siglos atrás. Ha sido una larga espera... prácticamente desde su caída el hombre no ha podido mas que naufragar como barco en alta mar, sin vela y sin rumbo.
Una Estrella luminosa en el cielo, según confirman muchas tradiciones, presidiría al nacimiento de un Rey muy Santo, que vendría con Gloria pura y vencería todos los reinados terrenales y establecería un Reino Superior... Divinal. Esta Estrella brillante cual ninguna, posada en el cielo e indicando el lugar del nacimiento del Señor, guiaba a tres santos reyes..... reyes iluminados, guías de nuestro pueblo original; y encaminaba también a los pastores, hombres sencillos y austeros del campo cuyo humilde quehacer era el cuidado de las ovejas, el animal-emblema Crístico por excelencia.
Cristo viene al mundo a traernos la paz... paz en la tierra a los hombres de buena voluntad... “cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, danos la Paz” dice un cántico religioso, y dice bien, ya que esa es la suprema Gloria del Cristo... la Paz.
Existe la paz entre las naciones, entre las familias, entre los compañeros y sociedades pero ¿es todo lo que debemos entender por la paz?
“La Paz del Señor este con ustedes” y contesta la multitud “y con tu espíritu”... La paz es aquello que llega al interior del hombre, que llega como regalo del cielo al corazón humano con el evento de la natividad.
La paz nace por la guerra bien llevada... la paz del Señor no es aquella quietud pasiva sino la actividad armada. La paz se adquiere en la guerra, como fruto virtuoso del esfuerzo y sacrificio... si... sacrificio... o mejor dijéramos sacro-oficio, el oficio santo de nuestra vida cotidiana.
En nuestra psicología gnóstica revolucionaria la Paz es la quietud extractada del conflicto mental; cuando en nuestra mente ha llegado la Paz es porque el hombre logra ya un equilibrio interior mas allá de los opuestos y de las múltiples opciones, libre del deseo terreno y del temor ilusorio a tomar una decisión equivocada.
Y así a base de un esfuerzo continuado en la muerte del ‘yo’, es que va naciendo nuestro Centro de Gravedad Permanente... aquella unión del consciente con el subconsciente a través de la comprensión.
La Guerra Santa es quien permite al iniciado saciar sus labios resecos con el néctar jugoso de la tranquilidad mental, liberando a la conciencia que se encuentra fraccionada.
Se dice que la meditación es el pan del sabio, y habríamos de agregar que también lo es una mente sencilla, unos ojos limpios sin prejuicio y sin juzgar en nuestra vida cotidiana... humildes y sencillos como los pastores de los bosques.
También la Ley del Karma es una ley ‘pacificadora’, medicinal.
El Karma es un desequilibrio por nuestras acciones equivocadas al violar alguna ley, es por eso que no debemos olvidar el recto sentir, el recto pensar y el recto actuar... para permanecer fuera de la deuda karmica... en equilibrio... en paz... consigo mismo, con la ley divina y con el universo.
Es gracias a la aplicación sobre nosotros de esta ley, que podemos ‘purgarnos’ a través del dolor o del sacrificio para ‘saldar’ dicha deuda, es decir, hacer la paz y lograr el equilibrio de la balanza... es así como se logra pacificar al fiero león de la ley.
La paz es el elemento ‘unificante’ en nuestro movimiento gnóstico, porque dicha paz nace cuando no hay diferencias ni fricciones entre quienes formamos un grupo gnóstico... hay que pulir los elementos heterogéneos y diferentes para llegar a la homogeneidad, o sea, hacernos ‘iguales’, uno solo... un solo movimiento enfocado en un mismo objetivo.
Para los alquimistas esta paz es la conjunción del cielo con la tierra, la estrella matutina de los filósofos, es decir, la natividad del Cristo-azufre coagulado y penetrado en la tierra filosofal, nuestros cuerpos... así es como se logra la Paz.
Obtenida después de la ardua lucha entre los eternos antagonistas alquímicos: el mercurio y el azufre... así también la zorra y el gallo... la salamandra y el grifo... la tierra y el agua...el unicornio y el dragón... el cielo y la tierra... el espíritu y la pasión.
Este conflicto solamente puede ser traído a la paz por una tercera fuerza... la Sal... para que pacifique esa terrible tensión y apacigüe el ímpetu destructor del combate; el gnóstico sabe muy bien que la tercera fuerza es la del Espíritu Santo, cuyo símbolo vivo es y siempre ha sido la paloma blanca... blanca de la purificación... así es como el conflicto entre los contrarios termina, gracias a la purificación... de este modo el símbolo pasa de ser un cuervo negro (como la ceguera que causa la pasión) a ser la paloma blanca (una nueva luz gracias a tu acción)... porque dicha pacificación, tiene lugar en el fuego, en la llama, en la pasión, en el pecado, en la acción, en el sacrificio y nunca en el intelecto ni en la pasividad estéril.
¡Que viva el Cristo!... ¡Espíritu de oro puro, fruto de la pacificación!
Hermano mío ¿Qué te detiene a luchar por esa Paz para que nazca en ti el supremo Amor?... Cualquiera que fuera tu respuesta puede ser bien solucionada por esta paloma, el Espíritu Santo, y su pacificación...
Que la paz sea con nosotros, una paz Inverencial, para que al ser la Paz nazca Cristo-Señor y celebremos cada uno la mística de la Intima Navidad.
Aportación de Jorge Gómez
Aunque Cristo nazca mil veces en Belén, de nada sirve si no nace en nuestro corazón también. Aunque hubiese muerto y resucitado al tercer día de entre los muertos, de nada sirve eso si no muere y resucita en nosotros también.
samael aun weor
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