LOS AZTECAS Y SUS DIOSES REGENTES
Cuando echamos la vista hacia atrás, hacia culturas milenarias, hoy extintas, imbuidos como estamos con una mentalidad según la cual, nos creemos el sumun de la civilización, pensamiento, cultura, tecnología..., sin comparación a lo que anteriormente se haya podido ver sobre el planeta Tierra, apenas si estamos dispuestos a aceptar la visión, la sabiduría y la grandeza que aquellos individuos, aquellos pueblos desarrollaron.
Con un poco de humildad veremos culturas, como la Azteca, que nos sorprenden y nos motivan en esa eterna búsqueda del hombre de la Realidad y la Verdad de sí mismo, y que ciertamente, se desarrollaron sociedades cuyos conocimientos e, incluso, tecnología siguen siendo un misterio que se encubre con torpes interpretaciones y absurdas teorías.
La historia nos presenta a los Aztecas, como una tribu de humildes y oscuros orígenes nómadas, que se establecen en el 1325 en algunos islotes de uno de los lagos del valle de México, transformando estos islotes en una de las más extraordinarias ciudades de la América precolombina: México-Tenochtitlán.
Eran de idioma Nahualt y étnicamente se les relaciona con los grupos culhuas y toltecas. En su peregrinación a la búsqueda de un lugar de asentamiento, llegaron a Chapultepec, mediado el siglo XIII, portando una organización claramente tribal, con culto a un dios, Huitzilopochtli (colibrí del Sur), llevado en andas por cuatro “teomama’, quienes interpretaban sus ordenes y dirigían a la tribu (estructurada en barrios o linajes, cada uno con sus jefes, dioses, pertenencias...).
Siguiendo con la antropología oficial, se dice que fueron expulsados por los pueblos vecinos a principios del siglo XIV, y pasaron a dependencia de Culhuacán; emparentaron mas, tras un sacrificio, a Huitzilopochtli, de una hija del señor de la ciudad, pedida para casarse con un jefe azteca, huyeron. De nuevo errantes por el valle, su dios les indicó el lugar donde debían establecerse, allí donde un águila había hecho su nido sobre un hermoso tunal.
La fundación de Tenochtitlán acaeció en 1325 y tuvo lugar en un islote, dentro del lago Texcoco. Desarrollaron una economía basada en la pesca y caza de aves acuáticas y en una agricultura de humedad.
Construyeron una ciudad fácilmente defendible, las canoas eran medio básico de comunicación; mediante una política expansionista entablaron relaciones y guerras, sometiendo a otros pueblos que les habían de pagar tributos pero que no eran absorbidos culturalmente por Tenochtitlán y, por tanto, predispuestos a la rebelión lo que favoreció la conquista de los españoles.
La capital, Tenochtitlán, causó la admiración de éstos por su riqueza y gran pujanza, cual la Venecia mediterránea en su esplendor; su población se ha estimado de 200.000 a 500.000 habitantes; todas las casa tenían su jardín y temazcalli o baño de vapor, templos, palacios, zoológicos, alcantarillado, calzadas, mercados abarrotados, constituían una sociedad altamente organizada.
Como pueblo guerrero, la clase militar fue esencial en la vida de los aztecas; original fue la existencia de una organización militar reservada a la nobleza, cuyos miembros eran caballeros-águila y los caballeros-tigre, especialistas en el arte militar y grupo privilegiado, con templos, ceremonias...
La religiosidad azteca, además de impregnar todos los ámbitos de la vida, fue también uno de los rasgos determinantes de su desarrollo histórico.
Las artes alcanzaron altas cotas, destacando la arquitectura, escultura, orfebrería, música danza, canto, poesía...
Los conocimientos matemáticos de los aztecas fueron muy desarrollados y conocieron dos calendarios: uno litúrgico y otro solar.
La numeración seguía el sistema vigesimal, y la escritura se basaba en un sistema jeroglífico muy cercano al fonetismo con el que desarrollaron una literatura en nahuatl y un pensamiento religioso y filosófico muy interesante; la poesía se consideró como un medio poderoso de acercamiento a los dioses.
Conviene constatar la gran diferencia que encontramos entre la Antropología meramente profana y la Antropología gnóstica. La antropología profana deviene de asociaciones de tipo intelectivo, saca deducciones lógicas que pueden estar de acuerdo o no con los principios esoteristas de Anahuac, o de los Toltecas, o del Egipto, etc. pero la antropología gnóstica, basada en reglas precisas y en principios tradicionales eternos, sabe extraer de las piedras arcaicas toda la sapiencia esotérica.
Respecto al origen de los aztecas, el Maestro Samael nos habla de Aztlán el Celeste Paraíso allende los mares ignotos del Polo Norte, que magnifico luce en el septentrión aquel Edén de la cuarta coordenada, continente firme en medio del océano. Ni por tierra, ni por mar, se logra llegar a la Tierra Sagrada, se repite vehementemente en la tradición helénica. “Sólo el vuelo del espíritu puede conducir a ella”, dicen con gran solemnidad los viejos sabios del mundo oriental.
Basándonos en las investigaciones y obra del Maestro Samael, especialmente en el libro La Doctrina Secreta de Anahuac, podemos saber que el pueblo azteca, otrora conducido por los Genios tutelares o Jinas de la “Insula Avallones”, Aztlán, llegó hasta las lagunas mexicanas. Paralela exacta la del bíblico Moisés hebraico guiando al Pueblo de Israel a través del desierto hasta la Tierra Prometida.
No está de más recordar que en la antigua Edad de Oro de la primera raza, de la Isla de Cristal, la Tierra de Apolo, debido a la revolución periódica de los ejes del mundo, se hallaba en la zona ecuatorial.
De la primera Raza, la Protoplasmática, emanó la segunda, la Hiperbórea, de esta segunda clase de Andróginos divinos, procede a su vez la tercera raza raíz, los Lemures, gigantes hermafroditas. Después que la humanidad hermafroditas se separó en sexos, surgió la cuarta raíz, los Atlantes; nuestra actual quinta raza raíz, las multitudes arias que habitan sobre la faz de la Tierra, separada de su tallo padre (los atlantes), tiene ya algo más de un millón de años de existencia.
La Isla de cristal, el Aztlán azteca, pues, el Paraíso Terrenal, la Tierra de nuestros Mayores. Allí moran los antepasados de todas las razas humanas.
Las tribus de Anahuac, como todas las tribus de Indo América, vinieron de la Atlántida y jamás del Norte. Aquellos que enfatizan la idea de que las tribus de Indo América vinieron del continente asiático pasando por el famoso Estrecho de Bering, están absolutamente equivocados porque ni en Alaska ni mucho menos en el mencionado Estrecho existe el menor vestigio del paso de la Raza humana por ahí.
En las lagunas mexicanas, a donde llegaran los aztecas, fundaron su capital México-Tenochtitlán. Tenochtitlán tiene una explicación muy sencilla: “Lugar del tenochtli, nopal de tuna dura”. México, etimológicamente viene de la raíz “metztli” (luna) y “xictli” (ombligo o centro), México, palabra clásica precolombina, se traduce: “la ciudad que está en medio del lago de la luna”.
Aún en la cima de la gloria, los antiguos mexicanos nunca olvidaron que su metrópolis, imponente, maravillosa, había sido establecida en los pantanos por una tribu humilde y subestimada.
Cierta leyenda muy antigua, que se pierde en la noche de los siglos, refiere cómo ancianos descubrieron con gran asombro “intolihticinacaihti”, “dentro del tular, dentro de carrizal”, a ciertos vegetales y criaturas animales que el Dios Huitzilopochtli les había anunciado: el sauce blanco, la rana color de esmeralda y el pez blanco, etc. A la noche siguiente, el Dios llamó al sacerdote Cuauhcoatl (Serpiente-Águila) y tras una nueva revelación el ministro del Altísimo, embriagado de éxtasis, de inmediato reunió a los mexicanos en el ágora para comunicarles la Palabra del Señor, le siguieron a los pantanos y allí descubren la señal prometida, el águila rebelde posada sobre el nopal en pleno festín macabro, tragándose una serpiente.
La Serpiente es el símbolo esotérico de la sabiduría y del conocimiento oculto.
Si la serpiente no fuese tragada por el Águila, nunca seríamos dioses.
Se convierte en la serpiente emplumada resultado de trabajos conscientes y padecimientos voluntarios, simbolizados con las espinas del nopal.
Serpiente, águila, nopal, piedra filosofal, agua de gran lago, extraordinarios basamentos esotéricos de la gran Tenochtitlan.
El códice Azcatlán, alegoriza inteligentemente a los principios de la vida mexicana en Tenochtitlan en un cuadro que muestra a unos pescadores en canoa, ocupados en la dura brega, tratando de pescar entre juncos y aves acuáticas.
Vanos utopistas, suponen en forma absurda que todo esto pasaba en el año 1325 de nuestra era. La fundación de la gran Tenochtitlan se esconde en la noche profunda de los innumerables siglos que nos precedieron en el curso de la Historia.
Los humildes fundadores de la poderosa civilización solar, México-Tenochtitlan, dedicaban la mayor parte de su precioso tiempo a la pesca y a la caza de aves acuáticas. Es claro que aquellas gentes sencillas no tenían mejor aspecto que los demás “salvajes lacustres” ante la altiva mirada de los vecinos habitantes humanos de Colhuacan, Azcaputzalco y Tetzcoco.
Sus armas eran la clásica red de todos los tiempos, tan necesaria para la pesca, y el famoso lanzadardos tan indispensable para cazar aves en el lago.
El pueblo mexicano veneraba y honraba a los Dioses santos: ángeles, arcángeles, principados, potestades, virtudes, dominaciones, tronos, querubines y serafines del cristianismo. Los Dioses de Anahuac, como los Devas indostanes, malachim hebraicos, ángeles del cristianismo, son los principios espirituales de las fuerzas maravillosas de la naturaleza.
Dichosos se sintieron los mexicanos cuando pudieron comprar a sus vecinos de tierra firme, maderas, tablas y piedras para edificar su ciudad. Tal compra se realizó mediante el sistema de trueque, cambiando materiales útiles por peces, renacuajos, ranas camarancillos, culebras acuáticas, moscas acuáticas. gusanillos laguneros, patos, pájaros que viven en el agua, etc, etc, etc.
Con infinita humildad, sencillez y pobreza, edificaron un templo al arcángel Huitzilopochtli, el real fundador de México-Tenochtitlan. El tabernáculo aquél ciertamente era bien pequeño, muy de acuerdo a sus posibilidades económicas.
Establecidos en tierra extranjera, entre juncos y carrizos, es obvio que estas gentes no disponían de piedra y madera suficiente.
Cuenta la leyenda de los siglos que el recuerdo de aquella época, humilde y grandiosa a la vez, se conmemoraba una vez al año durante las fiestas del mes etzalqualiztli.
El ayauhcalli o primer oratorio dedicado a Huitzilopochtli, fue levantado un poco al noroeste de la actual catedral metropolitana, y aproximadamente a trescientos metros en idéntica dirección del centro de la plaza de la constitución que hoy se llama zócalo.
Los sucesivos soberanos mexicanos, ciertamente no ahorraron esfuerzo alguno al hacer para el bienaventurado arcángel Huitzilopochtli una casa de devoción digna de él, pero siempre sobre el mismo terreno o lugar sacratísimo escogido por el bendito. Alrededor de ese centro magnético tan singular, surgieron, reinado tras reinado, palacios, pirámides, santuarios, etc. En el teocalli (casa de Dios) se resume y concentra totalmente el motivo fundamental de la ciudad, del pueblo y del estado.
Los mexicanos hubieron de adaptar a su servicio gran número de islas pequeñas, bancos de arena y fango, etc. Con gran industria e infinita paciencia, aquel pueblo anfibio hubo de empezar por crear el suelo acumulando lodo sobre balsas de junco, ahondar muchísimos canales, terraplenar muy bien las orillas y construir por aquí, por allá y acullá calzadas y puentes.
Fue así como surgió la gran Tenochtitlan, centro maravilloso de una poderosa civilización serpentina.
En el transcurso de la historia azteca, tal vez la figura más señalada sea la de Quetzalcoatl, el Cristo cósmico nahua que en el año Ce Acatl (895) encarnó en el hogar de Iztacmixcoatl y Chimalma. De naturaleza mística y austera, muy joven comenzó a practicar el ayuno y la penitencia. A los treinta años fue nombrado gran sacerdote y monarca de Tollan (Tula, Estado de Hidalgo). Otro de los anales toltecas dice:
“Desterrado de su patria, volvió a ella después de muchos años trayendo desde países lejanos una civilización muy adelantada y una religión monoteísta de amor para todos los hombres.”
Otra de esas crónicas dice: “Llegó a Tollan por Pánuco, venía del mar sobre un madero, era blanco y barbado, y portaba túnica bordada con pequeñas cruces rojas.
Les enseñó a cultivar la tierra, a clasificar a los animales, a tallar las piedras preciosas, la fundición de metales, la orfebrería y la cerámica. Les enseñó astronomía y el uso del calendario. Prohibió la guerra y los sacrificios humanos y de animales; los sacrificios habían de ser de pan, de flores y de copalli. Prohibió el homicidio, el robo, la poligamia y todo mal entre los hombres.
Ciertamente, podemos reflexionar que a estas alturas de su historia, el pueblo azteca, desde aquellos remotos y humildes comienzos, después de un periplo de desarrollo y evolución, mostraba los síntomas de una sociedad ya decadente. Y en este estado aparece un instructor divino, en total semejanza al Maestro Jesús el Cristo, quien en la Cultura hebrea viene a restablecer unas leyes y costumbres caducas y degeneradas, impulsando una nueva oportunidad.
También en tierras aztecas, el instructor divino fue negado y perseguido por los mismos a quienes había venido a enseñar a amar y a vivir. Finalmente con cuatro de sus discípulos se dirigió a Coatzacoalcos, y dicen los anales que construyó una balsa y en ella se hizo a la mar y desapareció. Pero antes les dijo que tuvieran por cierto que hombres blancos y barbados como él habrían de llegar por mar del oriente y se enseñorearían de Anahuac.
Sabemos que se cumplió la profecía, hombres blancos y barbados vinieron desde el mar por el este, pero no para evangelizar con palabras sino con la espada.
La conquista del Imperio Azteca comenzó en 1519; Hernán Cortés con los invasores españoles llegó a Tenochtitlan en noviembre de 1519 y tuvo un espléndido recibimiento por parte del emperador Moctezuma, quien sabedor de los malos presagios que corrían contra su pueblo, no quiso irritar a Cortés. Este en un principio se hizo dueño de la situación, mas, tras una rebelión del pueblo, por la que Moctezuma recibió una herida de una pedrada que la llevó a la muerte, en la noche del 30 de junio de 1520, con más de un mes de intensa lucha con los españoles y sus aliados han de huir muriendo en el intento más de ochocientos soldados y de dos mil tlaxcaltecas, en la que se llamó la “noche triste”.
El sucesor de Moctezuma, Cuitlahuac reinó pocos meses, pues sucumbió ante la viruela que traída por españoles diezma la población. Cuauhtemoc el último emperador azteca, significa el “águila que cae”, y con él ciertamente cayó el Imperio Azteca en mayo de 1521 tras el ataque de Hernán Cortés con los soldados y armas que le quedaban más, un ejército de 100.000 tlaxcaltecas y de otras ciudades enemigas del imperio azteca.
Poco después de la incursión, no quedaría piedra sobre piedra de la gran Tenochtitlan. Sobre sus ruinas se colonizaría y se levantó México D. F. A nuestros días apenas si han llegado algunos restos que nos hablen de lo que fuera esta impresionante civilización azteca. En el museo de Antropología e historia de la ciudad de México, podemos encontrar la mayoría de las esculturas y piedras talladas que nos trasmiten la filosofía, la religión, el arte e incluso la profunda ciencia de este pueblo.
Ya que la Antropología Gnóstica es una antropología psico-analítica, por medio del psico-análisis podemos extraer de cada pieza, nicho, pirámide, tumba, etc., los principios psicológicos contenidos en tales piezas.
La sabiduría que floreció en el México antiguo, es la misma de Egipto, es la misma de la India milenaria, la tierra sagrada de los vedas; es la misma de Troya, de Roma, de Cartago... El México antiguo tuvo una cultura que ni remotamente sospechan las gentes de esta época.
Quienes piensen erradamente que los habitantes de Anahuac adoraban a ídolos, están totalmente equivocados, por que México tiene una cultura extraordinaria y maravillosa que deviene de los más antiguos tiempos.
Si en la vieja Europa se adoró al Cristo, en Centro América se reverenció al Cristo Cósmico, a Quetzalcoatl, no es éste un ídolo. El drama del Señor Quetzalcoatl es el mismo de Jeshua Ben Pandirá. Quetzalcoatl es el Cristo Cósmico, el Cristo que bulle y palpita en todo lo que es, en todo lo que ha sido y en todo lo que será.
En el museo de Antropología e Historia de la ciudad de México como testimonio de las místicas enseñanzas de Quetzalcoatl, existe un monolito de la “serpiente preciosa de plumas de quetzalli” que tiene por fuera una gran bífida lengua (símbolo de la luz), sobre la cabeza una “I”, emblema del fuego, Ignis, y el jeroglífico “acatl” (caña), un carrizo de agua, simbolizado por la cabeza humana que remata al conjunto de la serpiente.
La “serpiente preciosa de plumas de quetzalli” es el emblema del divino hombre nahua, Quetzalcoatl, que encarnó en Adam y cayó al ceder a la tentación de la serpiente bíblica.
Los nahuas adoraban a Quetzalcoatl como séptuple serpiente preciosa de plumas de quetzalli que dormitando, caída en los abismos atómicos de la mujer y del hombre, en el cóxis, espera ser despertada y levantada por la pareja perfecta.
No podemos olvidar a Xolotl, la sombra viviente de Ouetzalcoatl, Lucifer-Prometeo, es el portador de luz, la estrella de la mañana, el símbolo viviente de nuestra piedra angular, la piedra del rincón, la piedra filosofal en la cual está la clave de todos nuestros poderes.
Ostensiblemente, Xolot-Lucifer-Prometeo es el doble de Quetzalcoatl, el príncipe de la Luz y de las tinieblas.
Xolot-Lucifer-Prometeo, es el entrenador psicológico en el gimnasio de la vida práctica. Existe en la tentación luciférica, didáctica inimitable, instigación oculta con propósitos divinales secretos, seducción, fascinación. De todo esto podemos inferir que dentro de nuestras hondas intimidades, podemos y debemos luchar contra el Dragón y sus huestes tenebrosas (los defectos psicológicos), si es que en verdad queremos convertirnos en “Hijos de la Sabiduría” y en “Dioses Inmortales”.
Ouetzalcoatl Resurrecto después de haber “blanqueado el latón” (emblema de Lucifer de los viejos Alkimistas medievales), se convierte en el Lucero de la mañana.
Bel y el Dragón, Quetzalcoatl y Xolotl, Apolo y Pitón, Krisna y Kaliya, Orisis y Tiphon, Miguel y el Dragón Rojo, San Jorge y su Dragón, siempre son el Logoi particular divinal en cada uno de nosotros y su doble proyectado en nuestra psiquis para nuestro bien.
En el mismo museo de Antropología se encuentra un monolito fálico que representa a un hombre decapitado. La cabeza ha sido reemplazada por siete serpientes que se levantan con las fauces abiertas y de las cuales salen bífidas lenguas simbolizando a la luz; el hombre tiene el falo en erección; de su columna vertebral salen rayos de luz a los que señala con una de sus manos.
El monolito fálico nahua con las siete serpientes simboliza a Quetzalcoatl victorioso. Las siete serpientes con bífidas lenguas son el fuego sexual del adepto a las ciencias arcanas. Las siete serpientes reemplazan a la cabeza del decapitado simbolizan también que el hombre que levanta a sus siete serpientes se convierte en Dragón de siete verdades. El falo en erección, en forma de palma, nos indica que sólo por medio de la magia amorosa se levantan las serpientes.
En el Museo de Antropología e Historia de la ciudad de México existe la figura de un hombre de piedra, semiacostado, en decúbito dorsal. Las plantas de sus pies se posan en su lecho, las rodillas en alto, las piernas medio flexionadas contra los muslos, el torso arqueado en actitud de primer impulso para levantarse, con la cara hacia la izquierda y la mirada en el horizonte; en sus manos, un recipiente a la altura del plexo solar.
Este hombre en piedra es conocido por los arqueólogos con el nombre de Chac-Mool y es uno de los pocos símbolos del panteón azteca que se salvaron de la destrucción de la conquista. Fue tallado por los místicos aztecas mayas, tarascos, etc., para perpetuar la sabiduría que ellos recibieron como herencia secreta de sus antepasados. El nombre de esta escultura azteca es FARAON; nombre cuyas silabas se descomponen así: FA-RA-ON, y que debidamente vocalizadas son un mantran que hace que el cuerpo astral de quien las pronuncia se separe del físico y el hombre flote en el espacio hacia la gran pirámide de Gizah en Egipto.
No hay duda de que los aztecas conocedores de este proceso natural (que por las noches inconscientemente en nosotros se produce durante el sueño), y de las distintas dimensiones de la naturaleza, dominaban las Ciencias Astral y Jinas.
De hecho, encontramos en el museo otro cuadro muy interesante relacionado con las enseñanzas que se impartían a los nobles y sacerdotes aztecas en sus templos secretos.
En este cuadro vemos a dos seres flotando sobre el cerro de Chapultepec (“chapul” significa cerro y “tepec” grillo, puede definirse este nombre azteca como cerro del grillo); en la cúspide del cerro aparece un grillo en actitud de estar cantando; a un lado del paisaje aparece flotando un rostro humano de cuya boca salen dos ondas de luz que simbolizan el canto del grillo o que las dos personas en actitud de flotar sobre la falda del cerro, deben producir el agudo y monótono sonido del grillo para poder entrar en el templo.
En el cerro de Chapultepec existe un templo en estado de jinas, es decir, dentro de la cuarta dimensión. A este templo se puede concurrir en cuerpo astral. El jefe del templo de Chapultepec es el Venerable Maestro Rasmussen.
Este templo está custodiado por celosos guardianes con espada desnuda.
La forma práctica de llevar a cabo estas enseñanzas, develado por el V. M. Samael, es como sigue: “Concéntrese en el agudo canto del grillo, el canto debe salir por entre las celdillas cerebrales; si la práctica es correcta pronto llegará el estado de transición que existe entre la vigilia y el sueño, seguir adormecidos y aumentar la resonancia del canto del grillo por medio da la voluntad; entonces levantarnos del lecho y con entera confianza salir del cuarto rumbo al templo de Chapultepec, o a donde se quiera, tratando de no perder la lucidez de conciencia.”
SABIDURIA GNOSTICA
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