JESUS EL CRISTO

JESUS EL CRISTO
Gnosis por Samael Aun Weor

miércoles, 9 de febrero de 2011

LA PARABOLA DEL SEMBRADOR


JESUS EL CRISTO

DR. MAURICE NICOLL
ENSEÑANZAS DEL CUARTO CAMINO



LA PARABOLA DEL SEMBRADOR…

Cada expresión que se emplea en las parábolas de los Evangelios, o en la descripción de un milagro, tiene un significado especial que pertenece a este lenguaje de las cosas visibles del mundo, pero con la comprensión de la mente y del Centro de las Emociones Superiores.

La parábola es cosa viva únicamente cuando se apoya en este lenguaje, pues entonces tiene conexión con los niveles superiores.

Todo lo literal que tiene una construcción correcta de los términos de este lenguaje es un conducto de fuerza que proviene de los niveles superiores, y así está viva.

Tal es la base de los milagros, pues un milagro se produce atrayendo leyes de un mundo superior para que obren en uno inferior.

Esta era la razón de los rituales, sólo que ahora el ritual ha perdido su significado, pues para que sea efectivo, para que sea un conductor de fuerza se precisa no sólo un entendimiento de su significado, sino también alcanzar cierto grado emocional.

Por ejemplo, la colocación de las manos era un rito basado en este perdido lenguaje.

Las manos representan poder, y el toque significa contacto.

Pero, limitado a un simple rito, no puede resultar curativo.

Sin embargo, el ritual es de la mayor importancia.

Se debía hacer las cosas de un modo correcto a fin de corresponder a este lenguaje, pues de otro modo no había transmisión de fuerza.

El asunto es similar al lenguaje ordinario:

si se ordenan las palabras de manera correcta, serán conductoras de significado.

Es también la base del arte objetivo.

Una parábola constituye un ejemplo de arte objetivo.

Al estar en un orden correcto, es un conductor de significado permanente o eterno, y todos la entenderán estrictamente conforme a su propio nivel de ser.

Es decir que su significado crecerá según el nivel de comprensión de la persona.

Al nivel literal o más bajo de la mente, la parábola se entenderá literalmente.

Parecerá un simple relato acerca de un pastor, o de un hijo dispendioso, y cosas por el estilo.

Uno pensará que, efectivamente, se trata de un rey, de un pastor o de un hijo, y un erudito quizás quiera hacer una minuciosa investigación a fin de establecer a quién se refiere históricamente.

Basta con leer los comentarios más modernos del Nuevo Testamento para darse cuenta de cuan literalmente se puede tomar todo lo que dicen los Evangelios.

En tiempos pasados había una mejor comprensión de estas cosas.

Comencemos por la que se llama la parábola de las parábolas.

Es la primera que se cita en el libro de Mateo, en el Capítulo XIII.

Hasta este punto, la enseñanza de Cristo se presenta en la forma de discursos, como el Sermón de la Montaña.

Luego, y de un modo abrupto.

Jesús comienza a enseñar en parábolas.

La primera contiene la clave de todas las demás.

Dice a sus discípulos que, a menos que entiendan ésta, no podrán entender las demás.

Esto se consigna en la versión de Mateo, pero en la versión de Marcos (IV) Jesús dice:

'¿No sabéis esta parábola? ¿Cómo, pues, entenderéis todas las parábolas?' (v. 13)

Esta parábola clave es la del Sembrador.

Se da en los capítulos XIII de Mateo, IV de Marcos y VIII de Lucas.

No se da en la versión de Juan, porque este Evangelio está escrito de un modo muy diferente y tuvo su origen en otra escuela.

Comencemos con la versión de Mateo.

A veces es muy importante tomar nota de la introducción a una parábola.

En este caso, la introducción dice:

Y aquel día, saliendo Jesús de casa, se sentó junto a la mar.

Y se allegaron a él muchas gentes; y entrándose él en el barco, se sentó, y toda la gente estaba a la ribera.

Y les habló muchas cosas por parábolas... (Mateo, XIII, 1/3)

Puede tomarse esto literalmente, pero tiene otro significado.

Posee un sentido psicológico aparte del literal.

En el lenguaje parabólico se emplea a veces la palabra mar para significar algo distinto de tierra.

En este caso, el significado es que Jesús habla de cosas que no corresponden al entendimiento terrenal o literal del Hombre, sino de cosas que a primera vista son incomprensibles para un entendimiento apoyado en los sentidos.

Habla desde otro nivel, de modo que se le representa como que no está en la tierra, sino en el mar, cerca de la playa.
Diferentes categorías de ideas corresponden a distintos niveles de entendimiento.

En el lenguaje natural de los sentidos se representan estos diversos niveles de modos diferentes, como montañas que son algo distinto a una llanura, o como mar que es diferente de tierra.

Según Mateo, la parábola del Sembrador empieza así:

Y les habló muchas cosas por parábolas, diciendo:

He aquí el que sembraba salió a sembrar.

Y sembrando, parte de la simiente cayó al camino; y vinieron las aves y la comieron. (V. 3/4).

Tratemos únicamente esta parte por ahora y procuremos entender su significado.

Ocurre que esta es una de las parábolas que el propio Cristo interpreta.

Los discípulos le preguntan qué quiere decir, y por qué razón habla en parábolas.

De momento no nos ocupemos de su razón para hablar en parábolas.

Tratemos de su interpretación de esta primera parte, que dice así:

'Oíd, pues, vosotros la parábola del que siembra.

Oyendo cualquiera la palabra del reino y no entendiéndola, viene el malo y arrebata lo que rué sembrado en su corazón: este es el que fue sembrado junto al camino.' (V. 18, 19)

Tomemos nota de que en la última línea dice:

'este es el que fue sembrado junto al camino (ούτος έστιν ό παρα την όδον σπαρεις)

Se refiere al Hombre, a cierta clase de hombre.

El Hombre es la semilla.

Sin embargo, también se define la semilla como 'la palabra del reino' (ό λογος της βασιλειας)

Esto, naturalmente, se refiere a la enseñanza acerca del Reino de los Cielos, y que en otra parte se dice expresamente que está en el hombre.

Cuando los fariseos le preguntaron cuándo llegaría el reino de Dios, Jesús les dijo:

'El reino de Dios no vendrá con advertencia; ni dirán helo aquí, o helo allí: porque he aquí que el reino de Dios entre vosotros está.' (Lucas, XVII, 20/21)

Por consiguiente, la semilla que se siembra es la enseñanza esotérica, la que trata de la posible evolución interior del Hombre a un nivel superior llamado 'el cielo'.

Y la semilla es también el hombre, pues la cita dice:

'este es el que fue sembrado junto al camino.'

Toda enseñanza esotérica toma al hombre como a una semilla.

En este sentido se dice del hombre que, a menos que muera para sí, no podrá dar fruto.

Cuando Jesús se enteró de que 'ciertos griegos' habían venido para hablar con él, anunció que ya había llegado su hora.

¿Por qué dijo esto justamente al llegar los 'griegos'?

He aquí este extraño episodio que se da únicamente en Juan:

'Y había ciertos griegos de los que habían subido a adorar en la fiesta: éstos pues se llegaron a Felipe, que era de Bethsaida de Galilea, y rogáronle diciendo: Señor, quemamos ver a Jesús.

Vino Felipe y díjole a Andrés; Andrés, entonces, y Felipe, lo dicen a Jesús.

Entonces Jesús les respondió diciendo:

La hora viene en que el Hijo del hombre ha de ser glorificado.

De cierto, de cierto os digo que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, él solo queda; mas si muriere, mucho fruto lleva.

El que ama su vida la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará.' (Juan, XII, 20/25).

Este es un episodio de singular interés, pues en los Misterios Órficos de la antigua Grecia, el grano de trigo, la semilla, era una idea central de su enseñanza, una enseñanza muy poco conocida.

El grano de trigo representaba al Hombre.

Este episodio muestra con bastante claridad una conexión precisa entre las antiguas escuelas griegas y el drama de Cristo; pero, por algún motivo, ninguno de los comentaristas del Nuevo Testamento parece darse cuenta de este hecho.
El Hombre es una semilla y el esoterismo también lo es.

Pero cuando el hombre oye las ideas esotéricas, vienen las aves y las devoran.

Las aves también representan algo preciso en el lenguaje de las parábolas.

Por lo general, representan pensamientos.

Platón, por ejemplo, da la imagen de la mente humana como un pájaro enjaulado.

El tema principal del Ititus es esta jaula.

A ella entran toda clase de aves y luego se van.

Si el hombre oye las ideas esotéricas y no las entiende, significa que tiene pensamientos falsos o errados.

Estos falsos pensamientos, como aves, devorarán las ideas o las alterarán hasta convertirlas en una mentira.

Es decir, el falso pensamiento devora estas ideas.

El falso pensamiento es el 'malo' (ό πονηρος)

Tal es el significado del 'diablo' con relación a la mente.

Y todos podemos verle en nuestros propios pensamientos.

Todo el que sea sincero en lo que observa en sí mismo, verá el enorme poder que tiene la mentira y cuánto hemos de luchar contra ella en nosotros mismos.

La mentira lo toma todo equívocamente, da un falso significado a las cosas que han ocurrido, etc.

Por consiguiente, las aves de este caso significan falsos pensamientos.

Pero pueden también significar pensamientos ciertos.

Los cuervos del desierto alimentaron al profeta Elías:

'Y los cuervos le traían pan y carne por la mañana, y pan y carne a la tarde; y bebía del arroyo.' (I Reyes, XVII, 6)

En este caso las aves significan también pensamientos, pero en otro sentido.

Le aumentaban con pensamientos ciertos, con una comprensión cierta.

La mala comprensión nos lo destruye todo interiormente.

La comprensión cierta nos alimenta a todos.

El Hombre es una semilla sembrada en la tierra y el esoterismo es una semilla sembrada en el hombre, a fin de que despierte a la vida la semilla que es el Hombre.

La primera categoría que describe la parábola del Sembrador es el que cayó junto al camino.


Este hombre no puede entender las ideas esotéricas, o las entiende mal y las falsea.

Como semillas, las gentes son sembradas en la vida de modos diferentes y su poder de comprensión varia según el lugar en que se les sembró.

CUARTA PARTE

Ahora hemos de pensar acerca de la extraña idea de que se siembra a los hombres de diferentes modos en la tierra.

Hemos de pensar a la luz de lo que dice la parábola según Mateo.

Citaré una vez más la primera parte:

He aquí, el que sembraba salió a sembrar.

Y sembrando, parte de la simiente cayó junto al camino; y vinieron las aves y la comieron.

Tras haber contestado la pregunta que le hicieron los discípulos de por qué hablaba en parábolas, y tras haberles dicho que a -ellos les era concedido saber los misterios del reino de los cielos, Jesús agrega:

Oíd, pues, vosotros la parábola del que siembra.

Oyendo cualquiera la palabra del reino, y no entendiéndola, viene el malo y arrebata lo que fue sembrado en su corazón; este es el que fue sembrado junto al camino.

La última frase es muy extraña: 'este es el que fue sembrado junto al camino.'

Extraña, porque significa que al Hombre se le siembra de diferentes maneras en el mundo.

Es decir, no todos tienen la misma oportunidad de entender lo esotérico.

Ya Jesús ha dicho que la multitud, las gentes, no pueden saber de los misterios del reino de los cielos, pero que sí pueden saberlo los discípulos.
Les ha dicho:

'Mas bienaventurados vuestros ojos porque ven; y vuestros oídos porque oyen', (V. 16).

Esto, por cierto, no se refiere ni a ojos ni a oídos materiales, no se refiere a los órganos de los sentidos.

Los ojos significan la percepción interna, y los oídos, capacidad para percibir con las emociones.

La mente es lo único que puede reconocer la verdad de una cosa, y las emociones pueden medir su valor y bondad.

Pero en su propia interpretación de esta parábola Jesús destaca la idea de que sólo unos cuantos entre muchos pueden captar y seguir su enseñanza.

Y define clases o categorías de gentes.

La primera es aquella que oye la palabra (la enseñanza de las ideas esotéricas, la idea del hombre consciente y la de la propia evolución hada el estado que se llama el reino de los cielos y que es el círculo consciente de la Humanidad) y
que no entiende nada.

Lleva ojos y oídos abiertos a la vida, a las cosas de los sentidos.

O sea que intelectual y emocionalmente sólo saben del mundo.

Pero no tienen la culpa de ser así.

Se dice que éstos son los sembrados junto al camino.

Yacen por entero en la vida.

Como lo dice la enseñanza de Sócrates, estos hombres están pegados a los sentidos.

Las ideas que van más allá de los sentidos les están vedadas porque sólo pueden pensar natural, literalmente, en términos de las cosas.

Este es un hecho que se acentúa mucho en el lenguaje de las parábolas que estamos estudiando.

La versión de Lucas (VIII, 5) dice:

"Uno que sembraba salió a sembrar sus simientes; y sembrando, una parte cayó junto al camino y fue hollada, y las aves del cielo la comieron."

Ha de notarse que esta versión agrega una frase a la que se da en Mateo; una parte cayó junto al camino 'y fue hollada'.

¿Qué es esto de hollar?

Se huella con la planta del pie.

El hombre toca el mundo material, el que registran sus sentidos, con la planta del pie.

Y en el lenguaje de las parábolas esto significa el nivel más literal, natural, externo y sensual de la mente humana.

Se refiere a la mente que piensa apoyándose en lo externo.

El rito del lavado de pies significa haber lavado la mente, haberla librado de las taladas de los sentidos, de lo aparente.

En Juan (XIII, 17), tras haberles lavado los pies.

Jesús dice a sus discípulos:

'Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis.

Pues si yo, el señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros.

Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis.

De cierto, de cierto os digo: el siervo no es más que su señor, ni el apóstol es mayor qué el que le envió.

Si sabéis estas cosas bienaventurados seréis, si las hiciereis.'

Pero si el hombre no piensa ni entiende sino lo que le muestran los sentidos, no puede lavar su mente natural.

Todavía no puede pensar ni entender lo que tratan las ideas esotéricas.

Es necesario tener presente en todo momento que el esoterismo comienza partiendo de algo que los sentidos externos no muestran.

Proviene de lo invisible en uno mismo.

No empieza con la observación del mundo exterior, sino con la observación de sí mismo, con el mundo invisible que cada cual lleva en sí.

Creo que os haría mucho bien procurar daros cuenta de lo que aquí se quiere decir con que la propia observación no es asunto de los ojos físicos, ni del oído físico, ni algo que se ha de palpar.

Es un asunto interno, que dista mucho de los sentidos.

Cuando Cristo dijo (Lucas, XVII-20):

'El reino de Dios no vendrá con advertencia', se refirió a que no es cosa de los sentidos, no es algo que podamos advertir por fuera, sino algo interno, un estado de evolución interior por sobre nosotros, o por encima de nosotros, y en nosotros, en la escala vertical del posible conocimiento del ser.

Esta escala comienza con la propia observación a la luz de las ideas de la enseñanza esotérica.

Entonces se empieza a entender por qué, siendo uno tal cual es, el Reino de los Cielos es inalcanzable y se necesita un largo período de trabajo en sí mismo antes de poder siquiera soñar con semejante logro.

¡Cuán lejos estamos del Reino de los Cielos!

Pero ¡cuán maravilloso es comenzar a ver el camino que hacia Él conduce!

Y esto es lo que las ideas esotéricas pueden mostrar a quien las busque y atesore.

Cosa maravillosa es comprender que la bondad maquinal no puede conducir sino a la maldad maquinal.

Y también es maravilloso darse cuenta de lo que significa luchar contra la propia maquinalidad.

Volvamos a la idea de la palabra "Hollar".

Si interpretamos los pies como el nivel natural y literal del hombre, lo que toca la tierra, podremos advertir el significado de "junto al camino".

La semilla que cae junto al camino es hollada.

¿Qué significa esto de estar "junto al camino"?

En un sentido psicológico significa aquel punto en que la vida trafica en nosotros con todos los pensamientos maquinales.

Es todo el aspecto maquinal del ser vuelto hacia la vida, hacia los sentidos.

Es imposible que esta parte maquinal, esta parte que obra maquinalmente apoyada en cosas de la vida, comprenda las ideas esotéricas.

Si tales ideas caen en la parte maquinal, caen "junto al camino".

O sea en un lugar incierto, tal vez muy útil para vivir, pero del todo inútil para el propio desarrollo.

Debemos recordar que el hombre ha de ser capaz de pensar en varias y diferentes categorías.

Tiene que pensar en los asuntos de su propia vida.

Tiene que pensar también en las ideas esotéricas.

Pero no debe pensar en sus asuntos y en las ideas esotéricas en la misma categoría, como si fuesen iguales.

Debe aprender a conocer y a advertir que son de diferente calidad.

Y si no puede captar esta diferencia es porque carece de centro magnético.

El esoterismo trata acerca de la vida en el mundo, pero no es del mundo.

Su fuente no está en la vida del mundo.

Si lo estuviese podría sacaros del mundo, elevaros por encima de la maquinalidad.

¿Cómo podrá lo del mundo elevaros sobre el mundo?

El esoterismo es una soga, por encima de la vida del mundo.

Y el centro magnético en el hombre significa el poder de distinguir entre las influencias que se originan en la vida y las que tienen su origen en los hombres conscientes, que están fuera del mundo.

Por ejemplo, el hombre ha de saber distinguir las noticias deportivas, las noticias de la guerra, etc., y las ideas esotéricas.

No debe permitir que se contradigan o se destruyan entre sí.

Si carecéis del sentido de escala —y el sentido de escala es un modo de tener centro magnético—, entonces todo os parecerá contradictorio por la sencilla razón de que no habéis puesto las cosas en su debido lugar, a su nivel debido, sino que las habéis mezclado todas en el mismo plano.

Es decir, no sentís el brazo vertical de la señal de la cruz que representa distintos niveles y categorías diferentes, superiores e inferiores, más conciencia o más maquinalidad.

Y recordad que si queréis morar en planos más conscientes en vosotros mismos, sólo podéis llegar a ellos, primero, mediante la atención dirigida.

Todo el propósito del esoterismo es haceros, antes que nada, más conscientes, más avisados de lo que pensáis, sentís y hacéis.

El objeto es hacernos vivir en los aspectos más conscientes de nuestro ser y que en la mayoría de las gentes son como las habitaciones desocupadas de una casa.

La propia observación es un acto de atención interior.

El propósito esotérico consiste en elevarnos en la línea vertical del ser.

Por consiguiente, el centro magnético es lo que proporciona al hombre su primer sentimiento de lo alto y bajo de las cosas, de lo íntimo y de lo externo.

Y le relaciona con la idea de la escala vertical de todo, aunque al comienzo esto sea vago.

Pues lo vertical es lo interno, y lo elevado en la escala vertical es lo íntimo del hombre.

Viene a ser como una máquina que asciende o desciende.

Quien posee un centro magnético no solamente captará lo literal y lo natural, sino que también captará el significado de lo que yace sobre el nivel literal o natural.

Esto es, logrará entender el significado interior, aparte del exterior.

Tal es el punto de partida en la evolución humana.

El hombre que no posee esta máquina es uno de los sembrados en el mundo y que oyendo las ideas esotéricas no saca ningún provecho de ellas.

Notad entonces que la primera categoría o clase de gentes a que se refiere la parábola es la que carece de centro magnético.

Se dice muy expresamente que fueron sembrados "junto al camino".

La versión de Lucas lo expresa más vigorosamente.

Presenta a Cristo diciendo de ellos:

"La simiente es la palabra de Dios.

Y los de junto al camino, éstos son los que oyen y luego viene el diablo y quita la palabra de su corazón, porque no crean y se salven."

Tomad nota de la frase: "porque no crean y se salven."

¿Qué significa esto?

Que no todos pueden ser salvos.

La "palabra de Dios" es la enseñanza esotérica.

O sea la enseñanza que trata de los medios de la propia evolución, de aquello en lo que uno ha de pensar para evolucionar en sí mismo hasta aquel grado o nivel de ser consciente que se llama el Reino de los Cielos.

A esta altura se hace necesario captar el sentido de una analogía.

Hay un antiquísimo aforismo hermético:

"Como arriba, así es abajo."

Esto significa que todas las cosas llevan el sello de las leyes que rigen el universo creado.

Lo que se da en gran escala también se da en pequeña escala.

Como arriba, así es abajo.

También hay una analogía en el cuerpo humano.

En sí mismo, el cuerpo humano representa la idea del hombre consciente y del hombre maquinal.

Con relación al resto del cuerpo, las células cerebrales, tan ocultas y aisladas, representan el círculo de las células conscientes con relación al resto del cuerpo.

Comparadas con otras células, las cerebrales son inmortales.

Si todas las células tratasen de ser cerebrales, o sea si tratasen de evolucionar hasta alcanzar ese nivel, el cuerpo se destrozaría.

Dejaría de ser un cuerpo, cesaría de funcionar como tal.

Pero de entre los miles de millones de células que hay en el cuerpo, pueden huir unas cuantas sin desorganizar nada.

Lo mismo ocurre con respecto a la vida de la Naturaleza, que es un gran cuerpo.

Hay ciertas células, y éstas son seres humanos, capaces de huir de sus leyes sin perturbar sus funciones generales ni su propósito.

Si se pondera esto, puede captarse lo que significa.

Pero aquí es menester añadir algo: el número de los que en determinado momento pueden huir de su servidumbre a la naturaleza es superior a los que tratan de hacerlo.

Este pensamiento ayuda a entender la situación.

De otro modo las gentes, en cuanto se enteran de esta explicación y no tratan de ver lo que significa, piensan que no es justo.

Y bien sé que algunos de vosotros ya pensáis más o menos así:

'Esta cita de Lucas dice que viene el diablo y se lleva la semilla porque no crean y se salven.

Parecería que una fuerza maligna impidiese despertar a las gentes.

Esto me suena a injusticia, etc. ...

Procuraré daros una respuesta.

La versión de Mateo llama 'el malo' a lo que la de Lucas 'el diablo'; y en la parábola se dice que son las aves quienes se comen la semilla.

Como ya lo hemos visto, estas aves representan pensamientos errados, pensamientos defectuosos o, sencillamente, una mala manera de pensar.

Si un hombre piensa erradamente, ¿cómo podría entender la enseñanza esotérica?

El diablo es él mismo.

Él es el malo.

Cambiemos la idea del diablo o del malo por la idea de maquinalidad.(hombre- máquina)

Si el hombre piensa maquinalmente no puede captar las ideas esotéricas.

En el aspecto maquinal del hombre, las aves devoran las semillas, las destruyen.

Todo estriba en mantener lo esotérico fuera del alcance de los pensamientos maquinales.

Todo consiste en valorizarlo, en hacerlo sagrado, o sea en atesorarlo como algo muy especial, muy santo.

Este es el significado de la palabra "santificar".

De otro modo cae donde no debería caer, las aves lo devoran o bien alguien lo huella, lo pisotea.

Pero entendamos que este hollar ocurre en nuestra propia mente.

Es preciso pensar conscientemente acerca de lo esotérico, ser consciente cuando se piensa en ello.

No se puede pensar en lo esotérico todo el tiempo, permanentemente, sobre todo al comienzo; pero de ninguna manera se ha de pensar maquinal, negativamente, etc.

Sin embargo, en el hombre existen ciertas fuerzas que le sujetan a sus hábitos, a su maquinalidad.

Se le prenden, se prenden a su humanidad y le retienen haciéndole obrar, decir y pensar las mismas cosas, una y otra vez.

Como una ronda.

Esta es la razón por la que es indispensable que las ideas esotéricas sean más fuertes, más poderosas que las del mundo.

El hombre ha de hacerlas más fuertes en sí mismo.

De otro modo, la presión del mundo, de lo maquinal lo retendrá en un nivel literal, natural, apoyado en los sentidos, de modo que oyéndolas, rechazará las ideas esotéricas y pensará mal de ellas; sospechará de las ideas esotéricas, se hará ciego y sordo, etc.

Intentad hablar con otros acerca del esoterismo y pronto veréis cómo las aves devoran la simiente.

Y si sois tan románticos que pensáis que las gentes son incapaces de pensar mal y que jamás lo hacen, solamente os diré que aún no os habéis observado a vosotros mismos con sinceridad, ni os habéis dado plena cuenta de lo que vosotros mismos sois capaces de hacer.

QUINTA PARTE

Pasemos a la segunda categoría.

La primera es la del hombre sumamente externo, se apoya en los sentidos.

La segunda ya es algo más íntima.

Cada categoría se adentra más, es más y más elevada en la vertical.

La versión de Mateo describe la segunda categoría así:

"Y parte [de la simiente] cayó en pedregales, donde no tenía mucha tierra; y nadó luego, porque no tenía profundidad de tierra: mas en saliendo el sol, se quemó y secóse, porque no tenía raíz."

Procuremos entender esta categoría de hombres con relación a la siembra de la simiente de la enseñanza esotérica en la humanidad.

Son personas que poseen cierta clase de centro magnético que os explicaré más adelante.

Primero veamos la interpretación atribuida a Cristo:

"Y el que fue sembrado en pedregales, éste es el que oye la palabra y luego la recibe con gozo.

Mas no tiene raíz en sí; antes es temporal: que venida la aflicción o la persecución por la palabra, luego se ofende."

A primera vista, esto describe al hombre que no puede hacer frente a las dificultades de lo esotérico, ni en sí ni en la enseñanza.

No puede trabajar en sí mismo, ni con otros, ni soportar sus manifestaciones desagradables.

Al ir en pos de una enseñanza esotérica, tiene que haber ante todo una valorización de las ideas esotéricas.

Luego viene la aplicación de las ideas a uno mismo, a si mismo.

Y junto con esto llega a darse cuenta de las propias dificultades.

Si una persona llega a este punto, advertirá que sus dificultades no las debe a otros, sino que las lleva todas en sí misma.

Si no es violenta ni se deprime, podrá seguir adelante, pues hallará la energía necesaria al no malgastarla en quejas, lamentaciones, ni en culpar a los demás o sentirse ofendido.

Pero esta segunda categoría indica algo más que un entusiasmo superficial.

Llega más hondamente en su significado.

Y su significado más profundo se refiere al hombre que va solamente en pos de conocimiento.

Es quien únicamente trabaja en la línea del conocimiento.

Se ha de trabajar (o sea, se han de hacer esfuerzos) para introducir el conocimiento esotérico en la mente.

Esto produce nuevas conexiones.

Pero también se ha de trabajar para ser.

Vale decir, trabajar sobre sí mismo, sobre la clase de gente que uno es.

Si se es violento, pues hay que trabajar sobre la violencia.

Lo mismo si se es perezoso.

Quien se nutre de emociones negativas ha de cambiarlas, etc., etc.

El hombre que sólo trabaja en la línea del conocimiento es unilateral.

En cuanto surgen las primeras dificultades humanas se quiebra.

Sabe, pero no puede.

¿Por qué no?

Porque su nivel de ser, o sea la clase de persona que es, vive muy por debajo de su conocimiento.

La parábola se refiere a este hombre.

Es el sembrado en pedregales.

Las rocas, las piedras, en el lenguaje evangélico, representan conocimiento; digamos, solamente conocimiento de la verdad.

La piedra de los Tiempos significa la Verdad Eterna.

Por verdad entendamos en este caso el conocimiento esotérico y no una verdad ordinaria del mundo, sino una verdad especial acerca de la transformación del hombre.

La verdad esotérica.

El conocimiento corriente no transforma el ser.

Pero tampoco lo transforma el conocimiento especial, a menos que lo aplique..

Y a sí mismo.

Pues el sujeto del conocimiento es uno mismo.

Y uno mismo es el experimento.

El hombre que posee cierto grado de centro magnético recibe gozoso el conocimiento esotérico.

Quiere enterarse de todo, y lo compara con otras ideas esotéricas que ha estudiado.

Pero cuando tiene que aplicarlas a sí mismo, vacila y cae, falto de una raíz emocional.

Para que nos afecte, el conocimiento tiene que hacerse emocional en nosotros.

Para que nos influyan, las ideas esotéricas deben llegar a nuestras emociones.

El hombre del pedregal es el que quiere conservarlo todo en la forma de conocimientos y tener la satisfacción de saber acerca de la Verdad.

Es el teórico.

Podrá oír la palabra, pero no podrá hacerla, y tampoco tratará de hacerlo.

Gusta oír todas las novedades de lo esotérico, etc.

Distingue las ideas esotéricas de las ordinarias, pero todo se le queda en la mente.

Su centro magnético obra en la zona del conocimiento.

Cuando sale el sol, o sea cuando viene la tribulación y la persecución, es débil.

No puede hacer frente a sus dificultades internas, a sus negaciones, a sus dudas, a la persecución y tribulaciones íntimas.

No puede luchar en defensa de lo esotérico en si mismo, y no puede dar frutos.

Esta es la segunda categoría.

Es cosa bastante extraordinaria conocer a tales personas.

Van de un maestro a otro; se entusiasman con esto y al poco tiempo con otra cosa.

Cuando se habla con ellos, uno encuentra que tienen una colección de fragmentos de información o de conocimiento que a menudo les confunden y que no los aplican prácticamente.

Su interés estriba en coleccionar cierta clase de ideas, pero no sienten su profundidad, ni su propia relación con ellas.

Y en cuanto las cosas se ponen difíciles, huyen y corren en pos de otras ideas.

Es una condición ligeramente mejor que la de una mera curiosidad intelectual acerca del esoterismo.

Todo en ellos permanece externo, no tanto como en la primera categoría, pero entre interno y externo.

Sea cual fuere la enseñanza que les sacuda personalmente, se ofenden.

En griego, el término (σκανδαλιζω) significa no sólo ser ofendido, sino también ser escandalizado.

La persona se hace negativa, se compadece, habla mal, no ve conexión alguna entre lo que se le enseña y la forma como se conduce.

Conforme se ha dicho, en el lenguaje de las parábolas la Piedra de los Tiempos quiere decir la Verdad Eterna.

Simón, el discípulo de Jesús, fue rebautizado con el nombre de Cephas, que significa "piedra".

Acerca de Pedro, Jesús dijo:

"Sobre esta piedra edificaré mi iglesia." (Mateo, XVI- 18)

Pedro poseía conocimiento y lo guardaba.

Pero todavía no era un conocimiento emocional, de modo que Cristo le dijo que no tenía fe y que lo negaría.

Y puesto que era solamente un hombre de conocimientos, un hombre de la verdad, pero incapaz de comprensión profunda, Cristo tuvo que enseñarle lo que significa perdonar.

Por eso se citan dos parábolas acerca del perdón y ambas dirigidas a Pedro.

El hombre que solamente se apoya en la Verdad es áspero, despiadado.

No perdona a nadie.

Por este motivo se dice que después de haber negado a Cristo, Pedro lloró.

Lloró porque en ese momento la enseñanza de Cristo se hizo emocional en él.

Dejó de verla solamente como un conocimiento.

Lo que fuera intelectual llegó a su nivel emocional.

Se vio a sí mismo a la luz de lo que se le había enseñado.

Vio la enorme distancia que había entre su saber y su ser.

Y en vez de solamente saber, empezó a comprender.

La referencia que aquí se hace a Pedro sólo tiene que ver con el sentido de piedra según lo emplea el lenguaje de las parábolas, y con relación al significado del hecho de que Cristo llamase Pedro, o piedra, a Simón.

De ninguna manera quiero decir que Pedro correspondía a la segunda categoría de los hombres de la parábola del sembrador, pues cuando le llegó la hora de la aflicción y la persecución tuvo raíces en sí.

Pero en un comienzo creyó únicamente por medio de su maestro, y no por si mismo.

La piedra representa un nivel primitivo de la verdad, un nivel que no calma la sed.

Las escrituras mencionan a menudo a los que tienen 'hambre' y 'sed'.

Cuando la persona carece de conocimiento de la verdad, se dice que tiene sed; Y las piedras no calmarán su sed.

Es preciso sacar agua de la piedra, como lo hizo Moisés.

Cristo dice que quien crea no sufrirá sed.

El libro de Amos explica que habrá hambre en la tierra, y explica concretamente que no será hambre de pan ni sed de agua literales.

"No hambre de pan ni sed de agua, sino de oír la palabra de Jehová." (Amos, VIII, 11)

No cabe duda de que todas estas palabras, tierra, hambre, sed, tienen un sentido psicológico y no literal.

En la cita que sigue se representa una vez más que la falta de la palabra de Dios es hambre y sed: ".. .y no miran la obra de Jehová, ni consideran la obra de sus manos.

Por tanto mi pueblo fue llevado cautivo, porque no tuvo ciencia: y su gloria pereció de hambre, y su multitud se secó de sed." (Isaías, V, 12/13)

La falta de conocimiento de la verdad, que es una condición psicológica, se representa en el lenguaje visual de las parábolas como una falta de alimento y de agua, que da lugar a ciertos estados físicos.

SEXTA PARTE

La tercera categoría de la parábola se enuncia de esta suerte:

"Y parte cayó en espinas, y las espinas crecieron y la ahogaron."

Se dice que Cristo la interpretó así:

"Y el que fue sembrado en espinas, éste es el que oye la palabra; pero el afán de este siglo (eón, αίων) y el engaño de las riquezas ahogan la palabra y hácese infructuosa."

La versión de Marcos dice, además: "y las codicias que hay en las otras cosas, entrando ahogan la palabra."

La interpretación de Cristo, según Lucas, expresa:
"Éstos son los que oyeron [oír significa entender] mas yéndose son ahogados de los cuidados y de las riquezas y de los pasatiempos de la vida, y no llevan fruto."

Esta categoría se refiere a los que entienden y comprenden lo esotérico, pero en que algo anda mal en su parte emocional.

La tercera lleva la atención al centro emocional.

Las espinas se refieren al aspecto emocional, a los intereses emocionales.

Esta idea aparece en otra parte, ahí donde Cristo dice:

"Por sus frutos los conoceréis.

¿Cójense uvas de los espinos, o higos de los abrojos?"

Los espinos y los abrojos representan la vida emocional.

Las malas emociones no pueden dar buen fruto.

Ni puede esperarse frutos de las personas cuyos intereses emotivos corrientes se sobreponen al interés emocional y a la valorización necesaria para que la enseñanza esotérica se desarrolle en ellos.

El centró magnético no es lo suficientemente fuerte en la parte emocional.

La corona de espinas que colocaron en la cabeza de Cristo antes de crucificarlo tiene un significado idéntico.

Representa la condición de quienes le crucificaron.

Y le crucificaron justamente aquellos que podían comprender, y que estaban siempre distraídos por las intrigas, los celos, las ambiciones de poder, etc.

En este caso se llaman espinas y en otras citas, abrojos.

A esto corresponde también la idea de las preocupaciones, de la ansiedad y de toda suerte de emociones negativas.

La corona de espinas representa la condición emocional de la humanidad en aquellos tiempos.

Estaban emocionalmente ahogados por los propios intereses.

Y aun cuando muchos de ellos pudiesen entender la enseñanza de Cristo, no le daban cabida en su vida diaria.

La 'voluntad' que brota del estado emocional en el hombre, y que cambia según se desarrolla, estaba en tal condición entonces que la enseñanza de Cristo no les podía afectar de una manera real.

Es decir, no podía ser lo primero en ellos, no podía ser su principal sentimiento.

Pues si no se le puede sentir emocionalmente, el conocimiento no toca el ser.

No puede obrar.

No tiene ningún poder sobre la persona.

Dicho de otro modo, aunque se le sienta hasta cierto punto, no se puede aplicarlo y vivirlo.

Hay otros intereses emocionales demasiado fuertes.

Esta es una idea que se expresa en muchas parábolas.

Vale decir, la idea de lo que uno más quiere.

Son las emociones las que dan su importancia a las cosas; o sea que son las que nos hacen valorizarlas, amarlas, buscarlas.

La imagen de la parábola se refiere al hombre demasiado identificado con las cosas del mundo y cuyos principales intereses emocionales tienen que ver con sí mismo; no sólo le hieren y acongojan, sino que le impiden todo desarrollo.

Un hombre así tiene centro magnético, pero no fuerte.

Le abruman todas las inquietudes y preocupaciones del mundo y todo cuanto el mundo le ofrece.

Puede entender, pero no comprende.

Está sembrado de tal modo en la vida que nada puede ocurrirle.

Todas las categorías que hemos considerado: el hombre que nada entiende, el que entiende sólo intelectualmente, el que entiende también emocionalmente, pero poco, todas representan más profundamente distintos estados del hombre con relación al esoterismo.

Pero hablaremos de esto más adelante.

SÉPTIMA PARTE

A las tres categorías de personas que no pueden lograr una evolución interior  porque se las sembró en el mundo en tal forma que les es imposible, siguen otras tres según la definición de la Parábola del Sembrador.

Estas tres categorías constituyen una sola clase de gente.

Son las sembradas en buena tierra, las que llevan fruto, uno a ciento, otro a sesenta y otro a treinta.

En su interpretación Cristo dice de ellas:

"Mas el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y entiende la palabra, y el que lleva fruto; y lleva uno a dentó, y otro a sesenta, y otro a treinta." (Mateo, XIII, 23).

En total, la parábola describe cuatro clases de tierra:

A una la llama 'junto al camino'; a la segunda, 'pedregales'; a la tercera, la 'espinas'.



La cuarta es la 'buena tierra.'

La simiente que cae en mala tierra no da frutos.

La que cae en buena tierra da tres grados de fruto que se representan con los números 100, 60 y 30.

Tomemos nota de la inversión, pues más natural fuera esperar un orden distinto y que culminase con el que da mayor fruto.

Esta inversión no aparece en las versiones de Marcos y Lucas.

En Marcos se cita a Cristo diciendo:

"Y éstos son los que fueron sembrados en buena tierra: los que oyen la palabra, y la reciben y hacen fruto, uno a treinta, otro a sesenta y otro a dentó."

Y en Lucas:

"Mas la que en buena tierra, éstos son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída y llevan fruto en paciencia." (Lucas, VIII, 15).

En su versión de esta parte de la parábola en si. Lucas dice:
"Y otra parte cayó en buena tierra, y cuando fue nacida llevó fruto a dentó por uno.

Diciendo estas cosas clamaba: El que tiene oídos para oír, oiga." (Lucas, VIII,8).

La interpretación del propio Cristo varia en cada uno de los Evangelios.

Por ejemplo.

Lucas parece no entender que es el Hombre mismo a quien se le siembra de un modo diferente.

Así, en su interpretación dice: 'y los de junto al camino, éstos son los que oyen' (οι δε παρα την όδον), "y los de sobre la piedra son los que habiendo oído, reciben la palabra con gozo"(οι δε έπι της πετρας), etc.

Mateo' y Marcos hablan de gentes sembradas en la vida de distintos modos.

A algunas se les siembra junto al camino, a otras en pedregales, etc.

Y la palabra de Dios también se siembra en ellas, pero sus resultados son muy distintos.

Los Evangelios se escribieron mucho tiempo después de haber muerto Cristo.

Lucas jamás le conoció.

Era discípulo de Pablo, y Pablo tampoco recibió enseñanza directamente de Cristo.

Es posible que Pablo aprendiese en alguna escuela cerca de Damasco.

Cuanto más allegado está un Evangelio a la fuente original de la enseñanza, tanto más rico es su lenguaje de parábolas.

Si estudiamos la curiosa inversión de cifras en Mateo como si poseyeran un significado que no entendieron ni Marcos, ni Lucas, tal vez diríamos que el de Mateo es el evangelio más allegado a la enseñanza original.

Pero, por lo general, se considera que es el de Marcos el más original.

Los primeros tres Evangelios se llaman sinópticos.

Pero esto no quiere decir que fueran escritos por testigos presénciales, como por lo común se presume.

Significa que los tres coinciden en mucho.

Y esto es lo que los diferencia del de Juan.

Si el Evangelio de Mateo lo escribió el propio discípulo Mateo, originalmente Leví el publicano, entonces seria el único escrito por un testigo presencial de Cristo.

Marcos y Lucas o no habían nacido o eran muy niños cuando murió Cristo.

Es preciso tener siempre presente que el conocimiento de la enseñanza que impartía Jesús se conservaba en escuelas.

La enseñanza era oral y se la mantenía viva.

La fecha de su primera publicación escrita es cosa secundaria.

La enseñanza acerca de la posible evolución interior del hombre, y acerca de su verdadero significado en la tierra, se ha mantenido siempre en escuelas, y así se ha podido conservarla a través del tiempo.

Surge con ciertos intervalos fijos, o más bien en ciertos períodos históricos, ya sea en forma religiosa o de otra clase.

Su finalidad es dar un impulso a la humanidad para elevarla por encima de la barbarie hada la cual tiende a caer si se la desampara.

Esta enseñanza posibilita el desarrollo del arte, de la ciencia, de la literatura, y de este modo eleva las gentes a cierto 'nivel normal' de comprensión.

Y este nivel de normalidad es el que las gentes han de alcanzar, al menos algunas, antes de que siquiera se haga posible plantear la idea de una evolución interior.

Lo que llamamos 'cultura cristiana', en la que históricamente, al menos, han podido surgir varios movimientos de arte, literatura, filosofía y ciencia, comenzó en parte con el impulso que dio el drama de Cristo que se representó tan cuidadosamente; y en parte gradas al trabajo de muchos hombres anteriores y posteriores a Cristo.

Aun cuando sea muy cierto decir que no ha habido verdaderos cristianos (o sea personas que hayan alcanzado la evolución interior que alcanzó Cristo al pasar por una infinidad de tentaciones y sufrimientos además de la crucifixión), no hemos de olvidar que este impulso fue el origen de una gradual organización de la vida del Hombre y que, externamente al menos, lo elevó por encima de una condición de barbarie e hizo posible cierto grado de civilización.

Retornemos a la idea general de la Parábola del Sembrador antes de buscar el significado de la 'buena tierra'.

El detalle y la parte no pueden entenderse salvo con relación a la idea total.

Como un todo, la parábola trata de la enseñanza para la evolución interior del hombre.

Las categorías de personas a quienes define se refieren a las posibilidades que hay en las que se hallan (o fueron sembradas) en la vida con relación a la recepción y comprensión de la enseñanza y que se someten a la evolución interior, pues tal es su motivo.

Tras cada una de las parábolas hay una idea general, y los detalles y el lenguaje varían con ella.

En esta parábola todo se refiere a la idea general de que, primero, hay una enseñanza que se llama la Palabra; segundo, que los hay que pueden y que no pueden entenderla y entre los que pueden entenderla hay quienes la aceptan íntegramente, y la aplican.

A estos últimos se llama la simiente caída en 'buena tierra' y son los que pueden dar frutos de perfección.

Ahora bien, una enseñanza sobre la evolución interior trata principalmente del hombre en sí.

El sujeto del experimento es el propio hombre.

Es él quien tiene que evolucionar a través del conocimiento y la aplicación de la verdad sobre la evolución interior.

Únicamente de este modo podrá dar frutos.

La simiente de la Palabra crecerá en él.

A la vez, él mismo es una semilla de la enseñanza sembrada en él.

La semilla, la Palabra, no puede crecer a menos que él mismo crezca o evolucione.

Es decir, a medida que él crezca crecerá la Palabra en él.

Al contrario, esto puede ser cosa difícil de entender, pues los hombres toman el conocimiento, o la verdad, como si fuese algo aparte o separado de ellos mismos, algo distinto a la clase de gente que son.

La idea es que existe un orden de conocimiento o de verdad que no puede entenderse debidamente, salvo por medio del desarrollo personal de sí mismo.

Parece raro, pero pensadlo.
Lo evidente es que si existe un conocimiento acerca de la propia evolución, ésta tiene que ser la evolución de sí mismo.

Su arte lo hemos de aplicar a nosotros mismos.


El arte, el artista, el sujeto con que trabaja son una sola cosa.

Nadie se molestaría en aplicar cualquier clase de conocimiento, en el orden de cosas que fuere, a menos que advierta su bondad.

Si el hombre no capta la bondad de una cosa, no conseguirá saber mucho de ella.

O bien puede aprender algo, pero al hallarlo de difícil aplicación, lo abandonará.

Lo que hace que un hombre sea fuerte, en cualquier cosa que haga y con relación a su conocimiento, es la convicción que tiene de que su conocimiento es bueno.

Si carece de una convicción profunda de la bondad de algo, este 'algo' no pesará gran cosa en sus decisiones, aun cuando tenga cierto interés intelectual como una forma de conocimiento o de verdad.

Ya hemos visto que la categoría de 'pedregales' en la definición de la parábola se refiere a los seres de esta naturaleza.

Reciben la verdad, pero carecen de profundidad de tierra, o sea que no pueden ver su bondad.

Y en cuanto aumentan las dificultades, su interés se esfuma.

Los que dan frutos son únicamente los clasificados de 'buena tierra'.

Tener buena tierra significa tener el poder de ver el bien.

De ver el bien, la bondad de la Palabra, del conocimiento que enseña la verdad acerca de la evolución interior o Reino de los Cielos que está en el hombre mismo.

El poder de captar el bien de la enseñanza les es posible solamente a los de esta categoría.

Los de la primera, los sembrados junto al camino, no ven nada realmente bueno en ella.

La segunda ve algo bueno; son los sembrados en los pedregales.

Los de la tercera, sembrados en los espinos, ven demasiado lo bueno en otras cosas, en las preocupaciones y los afanes del mundo.

La última categoría ve lo bueno en distintos grados, pero en cada uno ve lo suficiente para, dar fruto..

Dar fruto es hacer florecer, en sí mismo, la enseñanza de la evolución interior.

El fruto son ellos mismos mediante su propia evolución.

Se ve lo mismo en muchas de las cosas de la naturaleza, sólo que esta es una evolución maquinal, automática.

La oruga se transforma en mariposa.

Pero esto 'sucede'; es maquinal.

En el caso del hombre, su posible evolución a un estado superior de sí mismo no es cosa que suceda.

Tiene que trabajar el conscientemente.

Pero, como en el caso de la oruga, el experimento es él mismo; él es el experimento de su propia metamorfosis o transformación, que tanto y tan claramente acentúan los Evangelios, destacándola como la verdadera finalidad del hombre.

Tal cual es, el hombre es 'tierra'; cuando pasa por una evolución interna, es 'cielo'.

Cuando se emplea el "Padre Nuestro" con este fin y se dice:

"Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo", uno en realidad implora la transformación de sí mismo, pero sin saberlo.

Cuando las gentes rezan eso, piden el más pleno florecimiento de sus propias vidas, de sí mismas.

Pero la Tierra en el hombre es de muy distintas caudados.

En algunos es solamente tierra junto al camino.

En otros, pedregales.

Los hay llenos de abrojos y de espinas.

Y también quienes son buena tierra.

Para poder cambiar, el hombre debe ante todo recibir la enseñanza correspondiente a su nivel natural, en su propia 'tierra'.

La simiente ha de hallar una tierra adecuada, y esta tierra es en el hombre la clase de persona que es.

Ya hemos visto que hay distintas clases de hombres, distintas 'tierras.'

Al caer únicamente como semilla en el hombre, la verdad es importante.

Tiene que caer en tierra adecuada.

La verdad, la enseñanza, el conocimiento de la evolución interior ha de unirse al bien para desarrollarse y crecer.

Esto significa que el hombre ha de ser capaz de ver lo bueno de la verdad que se le enseña, pues de otro modo no pasará nada.

El poder ver el bien o lo bueno de cualquier cosa es muy distinto a "ser bueno."

En realidad, no tiene nada que ver con "ser bueno", sino con el poder o la potencialidad del bien.

Tener bien es poseer la capacidad de ver el valor de alguna cosa.

Esto es bondad.

Y tal la concepción fundamental del bien en los Evangelios.

Toda forma de conocimiento, toda forma de verdad tiene que hallar y unirse a su correspondiente bondad para que se haga viva.

Toda verdad tiene su propia bondad, y el punto en que pueden encontrarse y unirse es el Hombre.

El bien y la verdad han de unirse para dar fruto.

Cuando una persona empieza a ver lo bueno de alguna verdad que se le enseña, comienza a producirse una unión entre lo que sabe y lo que es.

Y esto se debe a que el hombre no puede querer (en el sentido de aplicar la voluntad) cosa alguna hasta no haber reconocido su bondad

No basta saber que una cosa es cierta.

Ha de querer la verdad, y para poder quererla necesita ver lo bueno de ella, lo bueno del conocimiento que se enseña.

De este modo la verdad se conecta íntimamente a lo que él es, y así se convierte en una verdad viviente.

Entonces, cuanto mejor vea en ella, tanto más crecerá la verdad y más se desarrollará.

Y mientras más verdad vea, más crecerá el bien que ve.

Más adelante trataré el significado del bien y lo relacionaré con una de las primeras enseñanzas griegas.

Todas estas ideas están ocultas en la Parábola del Sembrador, junto con muchas más, pues una parábola yace en una dimensión de altura y profundidad, y su significado se extiende desde el sentido más externo y literal hasta el más elevado o íntimo, y son comprensibles sólo en los estados superiores de conciencia en que el lenguaje y la imaginación constituyen puro significado1.

EL GRANO DE MOSTAZA

"Y decía:

¿A qué haremos semejante el reino de Dios? O ¿con qué parábola le compararemos? Es como el grano de mostaza, que cuando se siembra en tierra, es la más pequeña de todas las simientes que hay en la tierra; mas después de sembrado cubre, y se hace la mayor de todas las legumbres, y echa grandes ramas de tal manera que las aves del cielo puedan morar bajo su sombra." (Marcos, IV, 30/32).

¿Por qué a la semilla de un nivel superior se le llama 'la más pequeña de todas las simientes'?

Porque al nivel de los sentidos y de la mente que se apoya en ellos y en sus abrumadoras pruebas, la idea de que haya un nivel más elevado de significado, una distinción mucho más fina, es casi nada.

El nivel superior no puede ser más que un punto en el inferior.

Un punto sin el menor desarrollo. Del mismo modo que un nivel inferior, y todo cuanto corresponde a esa vida y su significado, no es sino un punto en el nivel superior. Y en este caso algo que tiene muy poco significado. Puede representarse como una de las ideas que contiene un símbolo muy antiguo: el Sello de Salomón.

El nivel inferior y todo lo que le corresponde, terminan como solamente un punto en el superior.

Como un significado muy pobre, o como ninguno.

Y todo lo que corresponde al nivel superior es un simple punto en el inferior.

Si dibujamos un árbol que comience en el punto donde el nivel superior toca al inferior y lo extendemos hasta el superior, nos mostrará las conexiones a que se refiere la parábola.


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