JESUS EL CRISTO

JESUS EL CRISTO
Gnosis por Samael Aun Weor

jueves, 10 de marzo de 2011

EL CAMINO SECRETO DEL TAO

EL CAMINO SECRETO DEL TAO
Lo mejor es vivir en el centro de un círculo mágico, y no en los extremos del péndulo, ese centro - en el oriente, en la china muy especialmente- se llama el Tao. El Tao es el trabajo esotérico-gnóstico, es el camino secreto, es algo muy íntimo, es el Ser. Obviamente, “cuando uno vive en el centro del círculo, pues no está sometido a ese juego mecánico de la ley del péndulo”. 
 
ORÍGENES DE LA TRADICION TAOISTA

La primera subraza de esta gran raza Aria se desarrollo en la meseta central del Tíbet y la segunda se desarrolló en la zona que hoy correspondería al norte de la India y a China, eran épocas de esplendor, hace muchos miles de años, y en esa remota antigüedad brilló la sabiduría, el ser humano vivía de acuerdo al Tao.

En épocas recientes, de las que habla nuestra historia, tres escuelas se extienden por estas regiones, la escuela de Confucio, la de Laot-tse y el Budismo Chan. Aunque a Laot-tse se le considera el iniciador del taoismo clásico, tanto él como Confucio bebieron de una misma fuente que estaría a su vez relacionada con las enseñanzas del I-Ching .

El I-Ching o I-King fue escrito miles de años atrás por Fu-Hi. Entre los chinos, Fu-Hi es el Cristo Cósmico, quien compuso el I-King, libro de las leyes y nombró ministros Dragones. El Cristo chino nace milagrosamente por obra y gracia del Espíritu Santo.

“Paseándose una virgen llamada Hoa-Se por la orilla del río, puso su pie sobre la huella del Gran Hombre; inmediatamente se conmovió viéndose rodeada por un resplandor maravilloso y sus entrañas concibieron. Transcurridos doce años, el día cuarto de la décima luna, a media noche, nació Fu-Hi, llamado así en memoria del río a cuya orilla fue concebido”.

Por lo tanto, el taoísmo y el confucianismo eran herederos y custodios de una antigua tradición primordial, transmitida desde la Edad de Oro, que respondía a las necesidades de todos los estratos de la sociedad. A la cabeza de esta sociedad estaba el emperador, que simbolizaba al Hombre Perfecto y representaba el punto de encuentro de Cielo y Tierra. Era Hijo del Cielo y Regente de la Tierra. En él debía manifestarse la imparcialidad y justicia del Cielo y de la Naturaleza (la violación de cuyas leyes traía automáticamente aparejada la retribución correspondiente).

El I-Ching o libro de las mutaciones se encuentra más allá del tiempo y de la historia, es un tratado tan profundo sobre el orden universal y la condición humana, que nos hace pensar en la revelación de una mente sobrehumana. Conjugaba tres aspectos de la realidad y los unificaba en las leyes del devenir: lo espiritual, lo terrenal y el destino. Podría utilizarse para comprender las reglas de juego del Universo, la vida como fenómeno, o consultarlo como oráculo, desvelando el misterio del tiempo. Es una verdadera guía para la acción y la reflexión. Con 64 hexagramas exploraba y describía 4096 situaciones humanas, cada una dentro de un contexto y de un tiempo histórico determinado.

Como oráculo el libro I-Ching era como una “entidad viviente”, capaz de internarse en el futuro y descubrirlo. No había casualidad. El I-Ching se revelaba como un puente entre el mundo humano y la totalidad de una mente universal y de unas reglas fijas que estructuraban los acontecimientos. Se dice que su frecuentación puede propiciar la apertura de zonas supraconscientes y acercarnos a su comprensión. De no ser así queda el asombro ante la eficacia de sus vaticinios. Su filosofía y su psicología nos acercan a la sabiduría intemporal, nos revela que es posible cambiar de nivel y que esto es bueno, para algún día entrar en posesión de nuestro propio destino.

EL TAOISMO Y EL TAO

Hablar del Tao no es sino una tentativa de “escudriñar lo inescrutable”, pues el Tao constituye el misterio último, “aquello ante lo cual vuelven las espaldas las palabras”, aquello que sobrepasa todas las definiciones y contingencias humanas, todo pensar finito.

Es una religión puramente metafísica y mística. Otras religiones tienen aspectos místicos: el Tao es lo místico mismo. Es primordialmente una religión cósmica, el estudio del universo y del lugar y la función que en él tienen el hombre y las demás criaturas y fenómenos.

Tanto Lao-tse como Confucio se refieren constantemente al Tao en relación con “los antiguos sabios” de la Edad de Oro china. Al término Tao se le ha dado el significado de “vía”, pero para Lao-tse era la Causa Primera trascendente, la Unidad primordial,, lo Inefable, el Principio intemporal y omnipenetrante del universo ( lo Absoluto, la Realidad última, lo Innominado, la Puerta de todo Misterio, el Orden cósmico,etc).

El Tao-Tê King dice: “El Tao que puede expresarse no es el eterno Tao, el nombre que puede definirse no es el Nombre inmutable”. Lie-tse nos dice: “El Tao hace las cosas ser lo que son, pero no es cosa. Nada es capaz de producir al Tao, pero todo tiene al Tao dentro de sí”.

“Es el principio de toda energía, pero la energía no es sino una de sus manifestaciones. Es el principio eterno de toda vida, pero ninguna vida puede expresarlo, y todos los cuerpos, todas las formas materiales, no son sino su vestidura momentánea y cambiante”. Es lo no-existente que contiene toda posibilidad de existencia; el Vacío; la Vacuidad; la no-manifestación; la oscuridad en que la luz no se ha manifestado aún pero de la cual emerge.

Otro aspecto es el Shang-Ti o Soberano de lo Alto, un Dios cósmico, símbolo del Norte, la Estrella Polar (símbolo del centro inmóvil) que haría el papel de Demiurgo, de intermediario entre el Tao impersonal y el mundo de la creación. En el Tao están latentes todas las formas y todo cuanto existe tiene Tao.

El mundo manifiesto se halla en un estado perpetuo de flujo, de transitoriedad (todo pasa). Es la movilidad y mutabilidad permanente, y nada hay fijo y constante en el mundo fenoménico: todas sus posibilidades se contienen en el desarrollo, y sólo el desarrollo puede revelar la vida. Así el taoísmo pone el acento en la situación existencial. La Vía es una vía de vida, no una escuela de pensamiento, y sólo puede comprendérsela viviéndola; de ahí el escaso material escrito dejado por los primeros taoístas (riesgo de mala interpretación o de que se convierta en rígida doctrina; por lo común los discípulos estropearán la doctrina del maestro).

Tampoco hay dogmas, no sólo por precaución contra la tendencia humana a tomar el camino más fácil de establecerse en algo fijo y cómodo de propia elección, de seguir carriles conocidos y permanecer contento en ellos sin más esfuerzo, de detenerse en las paradas de la ruta en vez de continuar el arduo escalamiento hacia las cumbres; sino también por insistencia en la total libertad.

Quienes creen posible enseñar la inspiración o el genio, encerrar en fórmulas la belleza, la virtud y la verdad, imponer desde afuera lo que sólo puede nacer desde adentro, son ciegos; la luz del espíritu, la revelación del Tao no los ha iluminado jamás. Cada cual debe encontrar en sí mismo la propia verdad, la propia belleza, la propia virtud; la salvación del alma, como el genio, no puede comprarse ni enseñarse. La Vía es una vía de gozo, de aceptación cordial de la vida.

El sabio no cierra los ojos a la belleza del mundo que lo rodea, pero tampoco se distrae en las meras atracciones sensuales que le ofrece. La belleza es una ayuda para la espiritualidad; es el aspecto tierno, femenino, yin, de la vida espiritual, como la verdad es el aspecto fuerte, penetrante, yang, de ella. Ambas deben producir una profunda apreciación y alegría de la vida. La alegría es un poder que disipa los males del egoismo, el temor, la separación: todo aquello que quita eficacia al ser humano, y los reemplaza por una animosa apreciación de la vida. Esto se asocia con el espectáculo del universo y el juego de la Madre Natura, con su generosidad a mano abierta. La alegría o el gozo son el resultado espiritual espontáneo de vivir según el Tao( que no hay que confundir con la dicha y la desdicha de los extremos de la existencia).

El Tao es el lugar del verdadero ser del hombre. “El Tao es la vía y la meta, es el principio de la búsqueda y el objeto buscado; El Espíritu que nos mueve a buscar la Verdad es la Verdad que buscamos”.

EL TÊ

A Lao-tse se le considera autor del Tao-Tê King (uno de los libros fundamentales de esta tradición). Se dice que vivió alrededor del año 600 antes de Cristo, y que vivió largo tiempo en el reino de Chou. Lao significa “viejo, anciano”, y tse es un título honorífico conferido a grandes sabios, su nombre, podría traducirse por “el Viejo Maestro”.

Según la leyenda, cuando Lao-tse abandonó la actividad mundana, y se retiraba a las lejanas montañas del oeste, el Guardián de la Frontera le pidió detenerse un corto tiempo y escribir sus enseñanzas en un libro. El resultado fue un tratado sobre el Tao y el Tê, o sea la Vía y su Virtud. Después Lao-tse cruzo el alto paso de montaña y no se le volvió a ver.

La adición de King al título de un libro significa que se le considera como un clásico o canon; es una designación honorífica para los libros objeto de gran veneración.

En la leyenda se nos dice que Lao aparece en este mundo por nacimiento virginal (realmente el Cristo nace siempre de la Virgen madre del mundo). Su madre le dio a luz bajo la sombra de un ciruelo, después de haber tragado un huevo en forma de perla. El embarazo duró setenta y dos años. Lao nació como niño viejo, con cabello cano y rostro arrugado, y como tenía orejas más grandes de lo normal se le dio el nombre de Li-Ar (orejas de ciruelo); luego tuvo el nombre de Li-Tan (orejas largas), el que fue sustituido después por sus seguidores por el de Lao-tse (el viejo sabio).

La leyenda indica luego varios viajes a distintos países de oriente y su vuelta a la China donde ejerció un cargo de funcionario en el estado de Chu. Pero terminó bruscamente su carrera, cuando subió sobre un carro conducido por un buey azul, para alcanzar las fronteras del reino. Allí encontró a Yin-hi, oficial gobernador del paso de Han-ku, hombre virtuoso, que escondía su sabiduría. Yin-hi, que había tenido una premonición de que iba a encontrarse con un gran sabio, luego de haber conversado con Lao-tse, le suplicó que pusiera por escrito su enseñanza. El Tao-Tê King aparece como una especie de testamento espiritual dejado por el sabio antes de pasar la frontera.

Entre su simbolismo destaca de manera especial el referido a la “frontera del imperio”, que equivale a los límites o umbrales del mundo humano que conocemos. Se atribuye también a Lao-tse el “Libro de la Ascensión hacia el Oeste” que contendría sus enseñanzas tras abandonar “China”. Este se relaciona con la doctrina del “alma embrionaria”, cuyo desarrollo depende únicamente de cada ser humano y de su manera de vivir, siguiendo la voluntad del cielo. La idea del “alma embrión”, está en evidente relación con la Madre secreta y universal. En cuanto al equilibrio necesario para el desarrollo del “alma embrión”, éste depende de un cultivo armónico entre el cuerpo y el alma.

Es urgente fabricar Alma si es que realmente queremos salvarnos. El ser humano sólo tiene encarnado un Embrión del Alma. Necesita fortificar este embrión y luego encarnar el Alma Cósmica. Esto de encarnar el Alma, significa en el fondo ser asimilados, devorados por el Tigre de Sabiduría. Este Tigre es el Intimo, nuestro Real Ser. Los aztecas dicen que la primera raza que hubo en el mundo fue devorada por los Tigres.

Tê es traducido habitualmente por virtud; es, en cierto sentido, el Tao manifiesto, la revelación de su propia naturaleza. Es “la cualidad de bondad natural resultante de la iluminación, y la manifestación y función del Tao en el hombre y en todo cuanto existe”.

Se dice que es una cualidad interior del hombre, una potencialidad, un poder natural latente que procede y depende del Tao, del cual es emanación. Chuang-tse la define como “el logro perfecto de la armonía”.

No se trata de aplicarse códigos morales (moralidad relativa) en relación con una época, región, intereses, que se cambian según las circunstancias, sino en vivir de acuerdo al Tao (la ética del Ser), por eso está más allá de los conceptos bien y mal, y se dice: “El Sabio no tiene deficiencia en su carácter y por lo tanto no necesita moralidad”. San Agustín decía: “Ama (rectamente) y haz lo que quieras”.

“Por eso cuando se pierde el Tao viene la virtud; cuando se pierde la virtud viene la benevolencia (humanidad); cuando se pierde la benevolencia está la justicia; cuando se pierde la justicia hay reglas de conducta”. Es inútil predicar la moral, la caridad, etc, “antes de alcanzar el corazón mismo del ejemplo de desdeñar renombre y fama”

“Quien conoce el Tao sabe infaliblemente regular su conducta en toda circunstancia. Poseyendo tal saber, no permite que las cosas le dañen... nada puede dañarle”.

El que posee la virtud perfecta no tiene el aire de conformista estrecho ni critica al prójimo. “El hombre verdaderamente grande (aquel que conserva “un corazón de niño”), aunque no perjudica a los demás, no se jacta de caridad o misericordia...

El Tê tiene que ver también con la comprensión, el conocimiento superior, con la sabiduría, de modo que la acción recta se haga su natural e inevitable corolario.

La violación de las leyes de la naturaleza trae aparejado inevitablemente el castigo: el violento va hacia un fin violento; el que se aprovecha del prójimo o lo hiere pone contra sí al cuerpo social... La violación de la armonía del universo produce perturbación en el individuo en particular y en la sociedad en general.

Se presume una conducta ética como condición previa de una vida normal, es la cooperación natural con la armonía del universo. La ley y orden fundamental del Tao gobierna la totalidad del cosmos. El hombre debe conformarse a la ley si quiere desarrollar sus potencialidades y desempeñar su parte en el mantenimiento de la armonía cósmica.

En la raíz del sufrimiento del ser humano está la ignorancia; la falta de conocimiento y comprensión de su verdadera naturaleza y de su identidad con el Tao. La ignorancia le hace identificarse con las impresiones de sus sentidos, creyéndolas ser la suma total de la experiencia y del conocimiento, confundiendo el cuerpo con el poder que opera en él y por medio de él, y estableciendo un encadenamiento de falsos valores.

El sentar fijas y duras reglas de moral y conducta se considera inadecuado, porque al ser rígidas destruyen la espontaneidad. Para el sabio la moral consiste en un juicio interno dictado por la sabiduría. Se dice: “El hombre que tiene sabiduría no peca; deja de obrar el mal, y por medio de su sabiduría anula los males de su vida anterior.” “La dicha y la desdicha no están predestinadas: la retribución sigue al bueno y al malo como la sombra al objeto”. “Nadie escapa a las calamidades que él mismo atrae sobre sí.” Pero cualquier cambio se debe de acompañar de comprensión y sabiduría.

Toda plegaria a de tener por fin impetrar una guía para cumplir la Voluntad del Cielo. La conducta correcta era el medio de ponerse en conformidad con la Voluntad del Cielo, produciendo así la armonía en todas las relaciones del universo.

“La raíz del sacrificio está en el corazón... ello significa que el hombre no abriga en su corazón ningún deseo que no esté en armonía con su propio Ser y que su vida exterior está totalmente acorde con el Tao... No busca con el sacrificio ganancia personal ni ventaja privada.”
Alcanzar la madurez e integridad es la aceptación y reconciliación de todos los opuestos: La luz y la sombra, el bien y el mal, la vida y la muerte. La auténtica sabiduría se alcanza cuando sabemos lo bueno de lo malo y lo malo de lo bueno.
Cielos e Infiernos son también para los taoístas estados internos.

EL YIN Y EL YANG

El Yin y el Yang (Tierra y Cielo) son el principio de dualidad en el mundo manifestado. No es originariamente taoísta ni confuciano. Junto con los Pa Kua se atribuyó a Fu-Hi que vivió en una remota antigüedad. Es el símbolo cósmico de la unión y armonía primordial y de la dualidad fenoménica manifiesta. Son los dos poderes de la naturaleza que regulan el orden cósmico. Han de mantenerse en perfecto equilibrio e igualdad de poder.

En la manifestación no hay ningún ser que no contenga en sí el germen de su opuesto, esto permite la reversibilidad y la interacción entre los mismos. Ambas fuerzas son interdependientes y ninguna de ellas puede separarse ni completarse en sí misma. Deben mantenerse juntas en total equilibrio, son aspectos diferentes de la totalidad, las dos caras de una misma moneda. Son juntamente y a la vez división y reunión, y aunque se habla de ellas como de fuerzas contendientes, son también poderes cooperantes.

El yin-yang simboliza todos los pares de la existencia, los polos complementarios de la naturaleza, pero no han de entenderse como sustancias o entidades, sino como cualidades inherentes a todas las cosas. Hay entre ellas perpetua acción y reacción recíproca, interdependencia y mutación, una fusión de los llamados opuestos. Tienen participación en todos los simbolismos de fuerzas a la vez contrarias y cooperantes.

El principio yin es el aspecto negativo, oscuro y simboliza también el elemento femenino, que es lo potencial, natural y existencial; es lo eternamente creativo, la Gran Madre. El yang es la luz que brota de la oscuridad. El yin es el reposo,el influjo de lo negativo, es inercia, contracción, condensación retroceso; el yang el movimiento, el poder de lo positivo, expansión, dispersión, avance. Pero por su perpetua interacción, cada uno genera al otro.

El principio yin rige lo frio, oscuro, septentrional, invernal, la luna, la Madre luna, la Reina del Cielo, Kuan-yin, lo misericordioso y prudente, los lugares en sombra, entre los símbolos el cuadrado. Al yang pertenecen lo cálido, luminoso, meridional, el Sol, el aspecto paterno, la justicia y el poder, los lugares soleados, entre los símbolos el círculo.

En la alquimia china, el yin corresponde a la “coagulación” y el yang a la “solución”; y, en el orden de los metales y las piedras preciosas, la plata y las perlas son yin, y el oro y el jade son yang. El yin corresponde al aspecto esotérico, y el yang al aspecto exotérico de la obra. A nivel del mundo suprasensorial los kuei son los “espíritus que retornan” (las almas de los fallecidos), corresponden al yin y representan la región de la muerte; los shen son de naturaleza yang, celestes y luminosos (las jerarquías angélicas, los despiertos).

Entre los animales simbólicos, de leyenda en algunos casos, el dragón junto al tigre es yang, pues él corresponde al espíritu y al poder del cielo, y el tigre representa la tierra y la materia, aunque ambas criaturas son ambivalentes, con un simbolismo más complejo. El ch’i-lin, en ocasiones un unicornio, en ese caso sólo sería yin, en otras, un híbrido que sería también ambivalente; y el fénix también lo es; estas dos últimas criaturas se utilizan como símbolo nupcial.

Las dos religiones autóctonas de China constituían ellas mismas una dualidad yin-yang en la vida del pueblo y contribuían a mantenerlo en equilibrio. El taoísmo proporcionaba lo artístico, lo místico, el amor a la libertad, a la risa, a la alegría de corazón; el confucionismo se atiene al orden, a lo formal, lo convencional, a la administración práctica de lo mundano, son fuerzas que se compensan y corrigen mutuamente.

La naturaleza humana debe mantenerse en el equilibrio del yin-yang, en el equilibrio entre sentimiento e intelecto. Así el Perfecto o Sabio, era en sí mismo un ejemplo de la perfecta armonía del yin-yang. “En reposo participa de la pasividad del yin, en acción, de la energía del yang.” Poseía el equilibrio del corazón y la cabeza, de la razón y la afectividad, de la inteligencia y el instinto. No era negativo ni positivo, sino el justo medio, el eje central.

El sentir, cuando la mente no lo gobierna, tiende a la dispersión y disipación, mientras que la mente, si no se modifica por el sentir, produce petrificación y rigidez, además nos hace confundir el nombrar con la comprensión de la cosa. En el intelectualismo de hoy hay divorcio entre el saber y el ser, entre la mente y el sentimiento.

La principal finalidad de la vida es establecer, alcanzar y mantener la prístina armonía, el estado primordial que el Sabio ha alcanzado. Esto se halla también en relación con los ritmos de la vida, la unión perfectamente equilibrada establece una armonía interna en el hombre, consiguiendo la paz interior, y le pone en armonía con todo lo que le rodea, con el universo, tornándose inofensivo para consigo mismo y los demás.

El equilibrio requiere que cada actitud se aplique en su lugar adecuado de modo flexible e intercambiable. El “lugar adecuado” es lo importante donde reina la relatividad.

Todas las alternativas se originan y existen mutuamente una en la otra y opera también la misteriosa ley de atracción de los opuestos y los semejantes, cuya operación compenetra todo el reino de la dualidad. La virtud sólo se conoce por su oposición al vicio; no se conocería el día como tal si no fuera por la noche.

Con el principio del cambio en la operación del yin-yang va aparejado el principio de la “reversibilidad universal” (la ley del péndulo). El Tao es inmutable, absolutamente puro, pero una vez en la manifestación, es el reino de la dualidad: el bien puede mudarse en mal y el mal en bien. Nada hay absoluto en el mundo fenoménico: el amor puede volverse odio, la dicha en desdicha, la fortuna en infortunio, etc.

Lie-tse presenta la deliciosa alegoría del pobre viejo que vivía con su hijo en una fortaleza arruinada en la cumbre de una colina. Poseía un caballo que un día se le extravió, por lo cual los vecinos acudieron a expresarle sus condolencias. “¿Qué os hace suponer que esto sea una desgracia?”, preguntó el viejo. Más tarde, el caballo reapareció, acompañado de varios potros salvajes, y esta vez los vecinos acudieron para congratularlo. “¿Qué os hace suponer que esto sea una dicha?”, preguntó el hombre. Disponiendo ahora de una tropilla el hijo se dio a cabalgar, y de resultas de ello se rompió una pierna. Una vez más reuniéronse los vecinos para manifestarle su pesar, y de nuevo el anciano les preguntó cómo sabían que era una desgracia. Al año siguiente estalló una guerra, y el hijo, por haber quedado cojo se libró de servir en ella.

La mayoría de los males se deben al hombre mismo y el hombre puede remediarlos; otros considerados naturales pueden ser mal interpretados si sólo se los considera en su apariencia exterior. Sólo se hacen realmente “naturales” si el hombre reconoce su verdadera índole.

Entre los opuestos en el taoísmo siempre hay un tercer elemento conciliador. Por eso el número impar es un buen augurio. Los impares, que pertenecen al yang, tienen un centro que permanece cuando se los divide(se excluye la Unidad por ser el origen e indivisible). Toda división introduce un elemento de diversidad y desorden, y sólo por virtud de la Triada y de su punto central, el centro de equilibrio, esa diversidad puede ser restituida a la unidad y ese desorden a la armonía originaria. El tres es el primer impar(de los pares de opuestos), y nueve, igual a tres por tres, es simbólicamente “la plenitud del yang”.

Una de las enseñanzas relevantes del taoísmo es la fuerza de la debilidad (lo “débil”, no en sentido peyorativo, sino frente a lo fuerte, pero en ese lado está la no-violencia, la humildad, la paz, etc). El poder de la pasividad, yin, es más resistente y duradera que la fuerza de la acción directa, yang: la primera tiene un poder controlado y sostenido, mientras que la energía de la segunda, se agota y disipa con rapidez. Es como el valle que recibe y acepta todo, pero de lo cual a su vez todo brota.

Al principio yin del agua se opone el principio yang del fuego, pero ambos elementos son bivalentes, como las fuerzas de destrucción o de creación. En Kuan-yin, la Gran Madre, están los dos aspectos de creación y destrucción, vida y muerte. Es la Reina del Cielo y la Gran Madre Tierra, de la cual todo nace y a la cual todo retorna.

El mundo manifestado es el mundo de las relaciones, y hace falta un par (la dualidad) para que haya cualquier forma de relación y creación. Si las dos fuerzas actuan en perfecto equilibrio, se realiza una unidad que se constituye en un poder de por sí. En cambio, la desarmonía y el desequilibrio carecen de poder y se desintegran en total ineficacia. Todo cuanto es inarmónico, erróneo o desajustado, sea en el orden físico, mental o espiritual, sea en el individuo o en el mundo a de verse como una falla o una perturbación en el equilibrio de las fuerzas yin y yang. Esto se aplica no sólo a los seres humanos sino a toda forma de vida en cuanto a la salud y el bienestar.

Las dos grandes fuerzas pueden ser benéficas u hostiles según que la conducta del individuo mantenga o perturbe el equilibrio. Cuando éste se rompe, lo masculino y lo femenino entran en conflicto, y entonces, en vez de ser creativos y armoniosos, se tornan malignos y destructivos, al esforzarse ambos por dominar y producirse por consiguiente una inflación del yo, que se desarrolla y provoca discordia y violencia.
Ninguno de los dos principios debe usurpar la función del otro. Cada uno, en su operación normal, corrige las inadecuaciones y excesos de su opuesto.

En lo religioso, el yin y el yang, lo activo y lo pasivo, corresponden a las dos vías: la exteriorización positiva en el culto ritual y devocional, y la interiorización mística, pasiva, receptiva de reabsorción en el Uno o el Tao, unificación del ser y del saber.

Ciertamente la humanidad vive entre el batallar de las antítesis, entre la lucha cruenta de los opuestos. A veces nos encontramos muy alegres, contentos; otras veces nos hallamos deprimidos, tristes. Tenemos épocas de progreso, de bienestar; y también tenemos épocas críticas en lo económico, en lo social, etc. Hay veces que nos encontramos optimistas con relación a la vida, y hay veces que nos sentimos pesimistas. Siempre se ha visto que ha toda época de alegría, le sigue una temporada depresiva, dolorosa, etc.

Nadie puede ignorar que siempre estamos sometidos a muchas alternativas en el terreno práctico de la vida. Es la Ley del Péndulo la que gobierna, realmente, nuestra vida. Esa Ley gobierna también a las naciones. En las épocas, por ejemplo, en que Egipto florecía a las orillas del Nilo, el pueblo Judío era nómada en el desierto. Mucho más tarde, cuando el pueblo egipcio decayó, se levantó victorioso el pueblo hebraico. Una Roma triunfante, se sostiene sobre los hombros de muchos pueblos, pero después cae(con la Ley del Péndulo), y esos pueblos ascienden victoriosos.

Un país como la Unión Soviética, que se apasionó terriblemente por la dialéctica materialista, poco a poco pasará al lado opuesto del materialismo y se hará (en la actualidad fundamentalmente Rusia), absolutamente mística y espiritual.

La Ley del Péndulo también la podemos evidenciar en nuestro organismo, existe un diástole y un sístole en el corazón, pero lo que no entendemos es que, entre el diástole y el sístole, existe una tercera posición: la de preparación, ordenamiento, acumulación de potencias vitales, etc. Se nos dirá que es muy breve, se trata de milésimas de segundo. Para nosotros resulta demasiado fugaz, pero para ese mundo maravilloso de lo infinitamente pequeño, para ese mundo extraordinario del microcosmos, pues es lo suficiente como para realizarse prodigios.

La gente toda, en sus relaciones o interrelaciones, vive completamente esclavizada por la Ley del Péndulo: tan pronto suben con la alegría desbordante, cantando victoria, como se van al otro lado, deprimidos, pesimistas, angustiados, desesperados. La vida parece complicarse toda de acuerdo a esta Ley. Las altas y bajas de la moneda, subidas y bajadas de las finanzas, las épocas de maravillosa armonía entre los familiares, los tiempos de conflictos y problemas, se suceden todos inevitablemente.

La Ley del Péndulo es mecanicista en un ciento por ciento. Esa Ley la tenemos en nuestra mente, en nuestro corazón y en los centros motor-instintivo-sexual. En la mente está perfectamente definida con el batallar de las antítesis, en las opiniones encontradas, etc. En el corazón, con las emociones antitéticas, con los estados de angustia y de felicidad, de optimismo y depresión. En el centro motor se manifiesta con los hábitos, las costumbres, con los movimientos: fruncimos el ceño, estamos adustos, cuando nos hallamos deprimidos, o sonreímos alegres, bajo el impulso pues de el centro motor, cuando nos hallamos muy contentos. Saltamos, brincamos, llenos de alegría, por una buena noticia, o nos tiemblan las pantorrillas ante un peligro inminente: tesis y antítesis del centro motor, la Ley del Péndulo en el centro motor.

Conclusión: somos esclavos de una mecánica. Si alguien nos da palmaditas en el hombro, sonreímos tranquilos; si alguien nos da una bofetada, contestamos con otra; si alguien nos dice una palabra de alabanza, felices nos sentimos, pero si alguien nos hiere con una palabra agresiva, nos sentimos terriblemente ofendidos. Total somos maquinitas sometidos a la Ley del Péndulo, cada cual puede hacer de nosotros lo que le venga en gana. ¿Quieren vernos contentos? Dennos unas cuantas palmaditas en el hombro y unas cuantas lisonjas al oído, y estamos contentísimos. ¿Quieren vernos llenos de ira? Dígannos una palabra que nos hiera el amor propio, dígasenos cualquier palabra dura y nos verán también ofendidos, iracundos.

No somos dueños de nuestros propios procesos psicológicos; somos verdaderas marionetas que cualquiera maneja. Se convierten para mi ustedes, en un instrumento en el que puedo yo tocar melodías, ya dulces, ya graves, ya agresivas, ya románticas, como quiera. Entonces, ¿dónde está, pues, la individualidad de las gentes? Pues no la poseen, si no son dueños de sus propios procesos psicológicos.

Salen ustedes -por ejemplo- a la calle; van muy contentos, mientras no halla algo que les disguste. Tal vez vayan manejando su coche y por ahí viene un loco, de esos que andan por la ciudad, y los rebasa por la derecha y se les atraviesa. Esto les ofende terriblemente. Ustedes no protestan en ese momento con la palabra –por lo menos protestan con el “claxon”-, pero sin protestar no se quedan. Es decir, el del coche que los rebasó, que los molestó, que los fastidió, los hizo cambiar totalmente. Si iban contentos, se llenaron de ira; entonces el del “carrito” pudo más sobre ustedes, pues pudo manejar su psiquis y ustedes no pudieron.

¿Habría alguna forma de escaparse uno de esta terrible Ley mecánica del Péndulo? Si no la hubiera, estaríamos condenados a vivir una vida mecánica “per secula-seculorum, amén”...

Existe realmente: tenemos que aprender a volvernos comprensivos, reflexivos, aprender a ver las cosas –en la vida- tal como son. Obviamente que cualquier cosa en la vida tiene dos caras. Una superficie cualquiera nos está indicando la existencia de una cara opuesta; eso es incuestionable. El anverso de una medalla, nos sugiere el reverso de la misma. Todo tiene dos caras; las tinieblas son lo opuesto de la luz. En los mundos suprasensibles, puede evidenciarse que al lado de un Templo de luz, existe siempre un Templo tenebroso. Pero, ¿por qué cometemos nosotros el error de alegrarnos ante algo positivo y de protestar ante algo negativo, si son las dos caras de lo mismo? Pienso que el error más grave en nosotros, consiste precisamente en no saber mirar las dos caras de cualquier cosa, o de cualquier circunstancia, etc.

Siempre vemos más una cara, nos identificamos con ella y sonreímos; pero cuando se nos presenta la antítesis de la misma, protestamos, rasgamos nuestras vestiduras, “tronamos” y “relampagueamos”; no queremos nosotros, en verdad, cooperar con lo inevitable y ese es nuestro error, precisamente.

Nos vamos a los extremos, y por este motivo no hay paz entre nosotros, nuestras relaciones son muy pésimas, conflictivas. A toda época de paz le sucede una época de guerra y a toda época de guerra, le sucede una de paz. Somos víctimas de la Ley del Péndulo y eso es doloroso. A eso se debe, precisamente, “la tempestad de todos los exclusivismos”, la lucha de clases, los conflictos entre el Capital y los trabajadores, etc.

Nos falta comprensión, si queremos ver las dos caras de cada cuestión, se hace necesario, vivir, no dentro de la Ley del Péndulo, sino dentro de un círculo cerrado, un círculo mágico. Imaginemos nosotros un círculo a nuestro alrededor, alrededor del cual van pasando todos los pares de opuestos de la Filosofía: las tesis y las antítesis, las circunstancias agradables y las desagradables, las épocas de triunfo y de fracaso, el optimismo y el pesimismo, lo que llaman “bueno” y lo que la gente llaman “malo”, etc.

Podemos ver un desfile muy interesante; descubriremos, por ejemplo, que a toda gran alegría le suceden, enseguida, estados depresivos angustiosos, dolorosos. Cuando las gentes se carcajean más, las lágrimas son mayores y los llantos peores. Observen, habrán visto ustedes que ha habido –en la vida- instantes en que todo el mundo ríe –la familia-, que todos están contentísimos, que no hay sino carcajadas y alegría... Mala cosa esa. Cuando uno ve en una familia eso, puede profetizar de que a esa familia le aguarda un sufrimiento, en que todos van a llorar. Eso es seguro porque todo es doble en la vida.

Todo tiene dos caras: la positiva y la negativa, eso es obvio. Por ejemplo, el signo del Pentagrama indica lo esotérico, más refléjenlo en el suelo y veríamos que su sombra tiene la cara del Diablo.

Cuando uno se acostumbra a ver las cosas desde el centro de un círculo mágico, todo cambia, se libera de la Ley del Péndulo.

Tomás de Kempis decía: “No soy más porque me alaben, ni menos porque me vituperen, porque siempre soy lo que soy.” Todo tiene dos caras: la alabanza y el vituperio, el triunfo y la derrota.

Cuando uno se acostumbra a ver cualquier circunstancia, cualquier cosa, cualquier acontecer en forma íntegra, unitotal, con sus dos caras, pues se evita en la vida muchos desengaños, muchas frustraciones muchas decepciones, etc. Si uno trata a una amistad, a un amigo, pues debe comprender que ese amigo no es perfecto, que tiene sus “agregados psíquicos”, que en cualquier momento podría pasar de amigo a enemígo –lo que es normal, además-. Y el día que eso suceda de verdad, el día que ese acontecer se realice, no pasa uno por ninguna desilusión, está “curado en salud”, eso es obvio.

Nos recuerda el Maestro Samael cuando el empezaba con el Movimiento Gnóstico, cuanto sufrimiento, cuanto dolor. Es claro, todos están sometidos a la Ley del Péndulo: los que hoy se entusiasman por la Gnosis, mañana se desilusionan. Eso es normal, todos viven dentro de esa mecánica. Que alguien llega es bien recibido, se le ayuda, etc.; que alguien se va, que le vaya bien, no se le necesita (esto funcionaba tiempo atrás sin ninguno de nosotros, y nadie es indispensable). Si uno se sitúa en el centro y ve pasar todo a su alrededor, sin tomar partido por la parte positiva o por la negativa de cada cosa pues se evita muchos desengaños, muchos sufrimientos.
El error más grave en la vida es querer ver nada más que una cara de cualquier cuestión porque todo es doble. Hay que aprender a vivir si es que queremos llegar lejos. Hay que alcanzar esa tercera posición, como la que ocupa el corazón entre la diástole y la sístole, en estado de alerta. Es mejor estar uno en el centro de un círculo mágico que en los extremos del Péndulo.

Ese Centro, en el oriente, en la China especialmente, se llama el Tao. Tao es el trabajo esotérico-gnóstico, Tao es el Camino Secreto, Tao es algo muy íntimo, Tao es el Ser. Cuando uno vive en el centro no está sometido a las alternativas esas de angustia y de alegría, de triunfo y de fracaso, de alegría y de dolor, de optimismo y pesimismo, etc. Nos habremos liberado de la Ley del Péndulo, pero para ello habremos aprendido a ver las dos caras de cada cosa y no identificarse ni con la una ni con la otra, porque ambas son pasajeras, todo pasa; en la vida, todo pasa...

En el terreno intelectual se tiende siempre a opinar, cuando una opinión emitida, no es más que la exteriorización intelectiva de un concepto, con el temor de que otro sea el verdadero. Esto acusa supina ignorancia. Por lo tanto, cuando uno no sabe algo, sería mejor callar antes que opinar, porque la opinión es el producto de la ignorancia, y a una opinión se le contrapone otra y así entrariamos de lleno dentro del dualismo de la mente, en el terrible batallar de las antítesis, y se acaba la paz interior.

Entre la tesis y la antítesis siempre hay una síntesis que coordina y reconcilia los opuestos. Cuando uno no tiene la Piedra Filosofal ve como imposible la reconciliación de los opuestos: luz y tinieblas dentro de uno mismo. Más cuando uno logra la Piedra de los Filósofos, la Piedra de la Serpiente, a base de trabajos conscientes y padecimientos voluntarios, se logran reconciliar los opuestos dentro de sí mismo, puesto que reconoce que todo en la creación tiene doble cara. Sólo mediante el Tao, mediante la síntesis, podemos reconciliar los opuestos dentro de nosotros mismos. El centro del círculo en nosotros es la Conciencia redonda de uno mismo, ya no teme uno el fracaso económico, ni a las traiciones de sus amigos, se hace invulnerable al placer y al dolor.

También las objeciones están relacionadas con la Ley del Péndulo. Llegará alguno y nos dirá alguna cosa, alguna frase. ¿Qué es lo primero que se nos ocurre? ¡Objetar, poner tal o cual objeción! : “dime que yo te diré”, “me derribas y yo te derribo después”. Conclusión: dolor. Nosotros debemos, sencillamente, escuchar al que está hablando, con respeto. ¿Terminó de hablar? Nos retiramos... Pero, por desgracia, tenemos nuestro orgullo que dice: “Yo no me retiro, yo tengo que darle en la torre”, y volvemos quedar atrapados por esta Ley. Esto no significa que no exista el agrado o el desagrado, incluso que una persona nos desagrade, pero nada solucionamos con las objeciones y todo lo complicamos. Esto se soluciona mediante el conocimiento interior, si descubrimos el defecto que genera la antipatía y lo eliminamos, la antipatía cesa.

Si a todo concepto nosotros le ponemos una objeción, termina nuestra mente riñendo sola. Como consecuencia, vienen las enfermedades al cerebro, las anomalías psicológicas, los estados depresivos de la mente, el nerviosismo, que destruye los órganos del cuerpo. Pero si nosotros aprendemos a no estar haciendo objeciones –sino que cada cual piense como le venga en gana, que cada cual diga lo que quiera- terminarán esas luchas dentro del intelecto y en su reemplazo vendrá una paz verdadera. Así marcharemos como debe ser: conscientemente.

LOS SABIOS

Ellos decían: “El verdadero Gran Hombre se ignora a sí: éste es el culmen de la autodisciplina”. Se trata de despojarse del sí mismo separativo del que nacen el prejuicio y la opinión. Las opiniones se basan en el conocimiento sensorial, que es como una arena escurridiza, algo parcial y fragmentario, cambiante con la experiencia, la edad, el individuo y el grupo étnico. La opinión presta sustancia a lo impermanente, de la evanescencia hace entidades. Sólo es válido el conocimiento inmediato, la aprehensión directa de la cosa en sí, la totalidad; el abrirse paso hacia el sentido trascendente, a la apariencia. También dicen: “Es necesario ir directamente a la naturaleza de las cosas mismas: la razón y las argumentaciones no pueden proporcionar la respuesta”.

Uno debe penetrar en “el reino del Infinito y refugiarse allí”. “Los Sabios abarcan todas las cosas, mientras que los hombres en general discuten sobre ellas para convencerse unos a otros. El Gran Tao no admite discurso... el lenguaje que arguye no alcanza su meta”...

Esta entrada en el reino del Infinito es también un retorno al centro y el consiguiente alejamiento de la idea de separatividad: un perder el sí mismo aparente en el Uno. El yo desaparece como una luz refleja cuando se reconoce la gran fuente de toda luz.

La obra del taoísmo consiste en hacer que el hombre conozca que el Tao está en él y que se reuna con él. Lo místico en el taoísmo es un “ver lejos”(capacidad de alcanzar la trascendencia) y un “ver cerca”(al enseñar al hombre la naturaleza de su íntimo ser).

El desafío del Taoísmo a la mente racional halla expresión en la paradoja, cuya función es sacar a la mente de un sobresalto fuera de sus carriles lógicos. La “contradicción” y aun lo “absurdo”, revela una región de conocimiento oculta al mundo sensorial y pragmático. Tiene en sí la sabiduría del niño, y está más en contacto con lo natural que la razón.

“La vida común es el verdadero Tao”. Esto nos recuerda la definición del Maestro Samael : “La Gnosis es la vida sabiamente vivida”. Y también cuando nos dice: “La Iniciación es tu misma vida. Si quieres la iniciación escríbela sobre una vara”. “El Tao causa plenitud y vacío, pero no es lo uno ni lo otro. Causa renovación y destrucción, pero no es lo uno ni lo otro. Causa comienzo y fin, pero no es lo uno ni lo otro. Causa concentración y dispersión, pero no es lo uno ni lo otro... El Tao hace que las cosas sean lo que son, pero no es cosa. Nada puede producir al Tao, pero todo tiene al Tao dentro de sí.

Se dice: “Buscar el Tao es como dar vuelta en círculos para verse los propios ojos. Quienes entiendan esto seguirán adelante”. Es la eterna paradoja de la Nada y el Todo.

LO NATURAL

El Sabio es sobre todo, el hombre enteramente natural. “Los que no reculan ante lo natural ni se regodean en lo artificial; ésos están cerca de la perfección.” Lo artificial es la preocupación por las cosas del mundo manifestado, y aplicarse a ellas se denomina “errar el blanco”, como la gente “que se ajetrea amontonando más riqueza de la que puede usar” y “los funcionarios que hacen de la noche día en sus esfuerzos por abarcar sus fines”. “Se ha dicho que lo natural mora dentro y lo artificial fuera. La virtud mora en lo natural”.

No es un movimiento de retorno a la naturaleza porque no se puede retornar a lo que ya se es. Antes bien, se trata de “encontrar su propia naturaleza, liberarse de las coberturas de lo artificial y sacar a la luz lo que siempre ha estado allí. La naturaleza que el hombre puede observar es sólo la caleidoscópica manifestación exterior del gran poder interno que está “detrás” de esa manifestación. Este poder es la Naturaleza de los taoístas.

Es el estado de verdadero equilibrio, y por lo tanto en armonía con toda vida; sus facultades están entonces en perfecto orden, cumpliendo todas las posibilidades que le son inherentes. El ser humano es capaz , aquí y ahora, de retornar a ese estado paradisiaco de perfección, estado que en el momento de la iluminación se hace actual.; y consiste en realizar en plenitud la suma de todas las posibilidades tanto humanas como espirituales y metafísicas. “Debemos obedecer las leyes de la tierra si queremos conocer las verdades del espíritu”.

Cada cosa tiene su propia naturaleza. Lo natural es conocer la perfecta adecuación de las cosas y debe haber una total cooperación con la vida. Nos recuerda las enseñanzas en relación con los tres tipos de relaciones.

Para ello cabeza y corazón, razón y sentir, deben mantenerse en equilibrio. Lo ideal no es sólo observar la naturaleza, sino entrar en su comprensión a través de la intuición y el ser.

Cuando el hombre penetra en la naturaleza de las cosas y comienza a apreciar la cosa en sí misma, no como un instrumento o como algo que le es útil, entonces y sólo entonces trasciende al animal. Inversamente, desciende más abajo del animal cuando se lanza a explotar la naturaleza. Una vez que se ha divorciado de ella y ha perdido el sentido de comunión con todas las cosas, la Unidad, el hombre emprende la vía descendente que lleva a la destrucción no sólo de la naturaleza sino de su propia vida espiritual, porque ambas están intimamente asociadas: al matar la naturaleza, se mata a sí mismo. Si la maltrata y la esclaviza, el mismo se esclaviza y se daña. El hombre natural no se daña internamente con deseos y aversiones. Debemos darnos buena vida, como decía la Maestra Litelantes.

El sabio rechaza lo convencional y artificial en busca de lo real y lo primariamente importante.

Hoy se busca frenéticamente el placer con el que vamos matando el tiempo. El único modo de “matar” el tiempo es trascendiéndolo. No hay nada intrínsecamente malo en la posesión y el goce de bienes materiales, con tal de que uno sea capaz de aceptar igualmente la vida sin ellos y no empecemos a adorar a Mammón (mientras se rinde culto a este dios la vida se le desliza sin que la vea, la aprecie ni la viva.
El Sabio extrae el máximo de experiencia de su paso por el mundo, ya que se halla plenamente abierto a lo universal tanto como a lo particular.

El conocimiento mundano es “inteligencia artificial”, un acumular datos de hecho sobre datos de hecho, sin ir más allá de la mente discursiva y el mundo fenoménico. Se dice: “No desarrolles tu inteligencia artificial, sino aquella que viene del Cielo”. El conocimiento externo conduce a lo múltiple, disperso y confuso. “El conocimiento de la Gran Unidad: sólo esto es perfección”. En el conocimiento habitual tenemos “cada vez más”, en el Tao tenemos “cada vez menos”. El pasado es algo muerto, mientras que el presente es algo vivo. Si uno intenta manejar lo vivo con lo muerto, fracasará ciertamente. La sabiduría exige una actitud fluida para la comprensión de la vida que es dinámica.

Chuantg-tse decía: “Haces exhibición de tu saber para asombrar a los tontos. Te cultivas contrastándote con la degradación de otros, y andas resplandeciente como si tuvieras bajo el brazo el sol y la luna, por eso no puedes evitar conflictos”. “No puedes hablar del Tao a un pedante, su alcance es demasiado restringido”. El Sabio no enseña impartiendo conocimiento sino por el ejemplo. “El verdadero sabio guarda su conocimiento para sí, mientras los hombres en general exponen sus argumentos para convencerse los unos a los otros... El perfecto Tao no se declara a sí mismo, ni el argumento perfecto se expresa con palabras”. El Sabio tiene la capacidad de “hablar sin palabras”.

“La gente sigue al que posee el Tao como el hambriento sigue la comida que ve delante”. “A aquel que está en natural simpatía con los hombres, todos los hombres acuden” y “aquellos cuyos corazones se hallan en estado de reposo emiten una irradiación divina”.

La depreciación del conocimiento puramente académico y de la historia pasada no significa una ruptura con todo conocimiento y tradición. Hay una referencia constante a los “Sabios de antaño” tanto en el taoísmo como en el confucianismo, y a la necesidad de aprender de ellos, pues así se obtiene el conocimiento íntimo del Tao, que es tradicional y está vivo de edad en edad (es perenne).

“Original” es, propiamente lo que se vincula a los orígenes. Lo tradicional vincula al hombre a sus orígenes y habría de proporcionarle estabilidad, pero no inmovilidad, y mostrarle la vía de realización tras las huellas del Sabio, que, habiendo armonizado y trascendido todos los opuestos dentro de sí, es capaz de vivir armoniosamente en el mundo, obteniendo el pleno valor y encontrando la plena significación de la vida, así como impartiendo por el ejemplo su enseñanza, para que otros también puedan descubrir que aunque “hemos nacido primero al mundo de la naturaleza y la necesidad, hemos de renacer al mundo del espíritu y la libertad, por una comprensión más amplia y profunda que la ofrecida por la mente. No somos sólo seres sociales, sino peregrinos de la eternidad”.

EL WU-WEI

Es otro término que rechaza toda traducción exacta. Se podría definir como la doctrina de la no-acción o el no-obrar, pero no significa indiferencia, pues el taoísta no es indiferente, sino totalmente inserto en la vida, si se intenta una traducción, quizá la mejor sería: “no-interferencia”. En el nivel inferior se trata de un criterio de naturalidad, de “vivir y dejar vivir”, de evitar la fricción, cuya inevitable consecuencia es la discordia o el conflicto, tanto a escala individual como nacional, y de permitir el máximo de libertad personal y comprender los puntos de vista ajenos. Es también un dejar ir, un dar paso, un ceder; y ante todo un ceder de nuestro propio yo, en cuanto el yo es el factor que introduce el egoismo y la disonancia. En un nivel superior es la ausencia de pasión y deseo, que conduce automáticamente al relajamiento de las tensiones y ayuda a la realización espiritual.

La acción es comúnmente el resultado de la operación incesante, y a menudo febril, de la mente, envuelta en deseos, ensoñaciones e infecundo rumiar de problemas, que, como los deseos, son creados por el yo y en él están centrados. Los problemas se resuelven (lo que etimológicamente significa “soltarlos”) cuando se alivian las tensiones y uno es capaz de comprender la verdadera naturaleza de la cosa en cuestión; de ahí lo efectivo de “consultarlo con la almohada” o del súbito relámpago de intuición que llega cuando lo racional cesa en su actividad y se produce un reconocimiento espontáneo de lo real.

Es una doctrina de la inmediatez (nos recuerda la filosofía de la momentaneidad en la que nos insistía el maestro Samael): la adaptación y la respuesta instantáneas y la perfecta aceptación; un acto a tal punto natural y no forzado que pierde el sentido ordinario de “acción” (con su interés egoico correspondiente). La única acción necesaria es estar acorde con el Tao.

POEMAS DEL TAO-TE KING
EL PRINCIPIO


El Tao que puede ser nombrado no es el Tao eterno.
El nombre que puede ser nombrado no es el nombre inmutable.
La no-existencia es el principio del Cielo y de la Tierra;
La existencia es la Madre de todo lo que hay.
Desde la eterna no-existencia contemplamos en calma el misterioso principio del Universo.
Desde la eterna existencia vemos con claridad las distinciones superficiales.
No existencia y existencia son uno y lo mismo en su origen; sólo se separan cuando se vuelven manifiestos.
Esta unidad se denomina ‘profundidad’.
La infinita profundidad es la fuente donde se origina todo lo que hay en el Universo.

ASIMILACION DE LAS DUALIDADES

Cuando conocemos que lo bello es bello, también conocemos la fealdad que existe en el mundo.
Cuando conocemos que el bien es el bien, entonces conocemos el mal que existe en el mundo.
De este modo la existencia sugiere la no-existencia.
Lo fácil promueve lo difícil.
Lo más corto surge de lo largo por simple comparación.
Lo alto y lo bajo se diferencian por el lugar que ocupan.
La voz y el tono se armonizan uno a otro.
“Después” sigue el recorrido de “antes”.
Por esto el hombre sabio actúa sin acción y enseña permaneciendo callado.
No se queda en la obra cumplida.

MOSTRAR LO ESENCIAL 

Las palabras veraces no son hermosas.
Las palabras hermosas no son veraces.
Lo bueno no es elocuente.
Lo elocuente no es bueno.
El sabio no es erudito.
El erudito no es sabio.
El sabio no actúa con el fin de acumular.
Cuanto más entrega a los demás, tanto más posee para sí.
Cuantos más dones ofrece a los demás, tanto más consigue para sí.
La norma del Cielo es dar beneficios sin provocar daño.
El proceder del sabio es actuar sin luchar.

MIRAR A LO LEJOS

Sin ir más allá de la puerta de tu casa, puedes conocer los caminos del mundo.
Sin mirar por la ventana, puedes conocer los caminos del cielo.
Cuanto más nos alejamos, menos conocemos.
Luego el hombre sabio todo lo conoce sin trasladarse, y todo lo ve sin necesidad de mirar.
Todo lo cumple sin haberlo ejecutado.


LA UTILIDAD DE LA NADA

Treinta rayos convergen hacia el centro de una rueda, pero es el vacío del centro el que hace útil la rueda.
Con arcilla se moldea un recipiente, pero es precisamente el espacio que no contiene arcilla el que utilizamos como recipiente.
Abrimos puertas y ventanas en una casa, pero es por sus espacios vacíos que podemos utilizarla.
Así de la existencia provienen las cosas y de la no-existencia su utilidad.

FOMENTAR LA HUMILDAD

Si te doblas, te conservarás entero.
Si eres flexible, te mantendrás recto.
Si estás vacío permanecerás lleno.
Consúmete, y serás renovado.
Al que menos tenga, más se le dará.
Al que más tenga, más le será quitado.
Por eso el sabio está consigo mismo y se vuelve arquetipo del mundo.
No se exhibe, luego resplandece.
No se celebra, luego es advertido.
No se alaba, luego es alabado.
No se vanagloria, luego es insigne.
Y porque no lucha, nadie en el mundo puede luchar contra él.
“Si eres humilde, te conservarás entero”, dice un antiguo proverbio.
¿Quién es capaz de considerar vanas estas palabras?
En verdad, el humilde conservará su entereza.

DISCRIMINACION

Quién conoce a los hombres es hábil.
Quién se conoce a sí mismo es sabio.
Quién vence a los otros es fuerte.
Quién se vence a sí mismo es poderoso.
Quién se conforma con lo que tiene es rico.
Quién mantiene su propósito es firme.
Quién permanece donde encontró su hogar, perdura largamente.
Quién muere, más no perece, tendrá longevidad.


L.C.F.

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