Antropología Gnóstica:
El Tigre Sagrado
En la Amazonía colombiana, venezolana, brasileña, ecuatoriana, entre las numerosas tribus indígenas que pueblan esas espesas selvas, se rinde culto especial al jaguar o tigre americano.
Los huitores, mirañas, muinanes, guahibos, etc., consideran al tigre animal sagrado e intocable hasta el grado de que, interceptado uno de ellos por la presencia del felino y, a pesar de encontrarse armado con arco y flechas y, en ocasiones, hasta con arma de fuego, prefieren aprisionar a sus perros y desandar el camino, pese a todos sus intereses, antes que atentar contra el jaguar. Ninguno de ellos se atreverá jamás a matar a un tigre.
Toda tribu de las selvas de la Amazonía está gobernada por dos autoridades: la administrativa, que representa el jefe de la tribu, y la espiritual, que encarna el piachi (brujo, en español); nosotros decimos sacerdote.
Los indígenas de la Amazonía no matan al tigre porque saben que él es la encarnación de algún piachi de su tribu, o que el piachi de su tribu anda por las selvas transformado en tigre.
Ocelotl-Tonatiuh, sol de tigres, uno de los veinte fundadores de Tenochtitlan, era el jefe de los místicos guerreros tigres y sacerdote de la Orden de los Caballeros de este nombre, cuyos adeptos pasaban por terribles pruebas antes de aprender a manejar la imaginación y la voluntad hasta el grado de que podían transformarse en tigres.
Aprovechando la linde entre la vigilia y el sueño se transformaban en tigres y, aun cuando sus cuerpos habían tomado la forma de felino, llenos de fe y confianza en sí mismos se levantaban de sus lechos musitando la siguiente fórmula ritual: «Nosotros nos pertenecemos».
Se referían a las fuerzas harpocráticas de las que hablamos en el capítulo anterior, a ellos mismos y a las fuerzas mentales del tigre que les permitían sostenerse dentro de la cuarta dimensión con sus cuerpos físicos transformados en tigres. No olvide que el cuerpo humano, dentro de los mundos internos, es elástico, dúctil, plástico.
En el calendario azteca que existe en el museo de Antropología e Historia de la ciudad de México, a ambos lados de la cara de Tonatiuh, entre las garras felinas de la deidad solar, vemos a dos corazones humanos; abajo, dos Xiuhcoatl, serpientes de fuego, caídas de cabeza, encarnan sus fauces y Tonatiuh las apunta con su lengua de pedernal, símbolo de fuego, de sabiduría.
En las fauces de las Xiuhcoatl aparecen las caras de dos personajes: el de la derecha porta la misma corona, la misma nariguera y las mismas orejeras de Tonatiuh y está unido por su lengua de pedernal al personaje de la izquierda, que porta bezote y malla que cubre su cara hasta los pómulos.
Este personaje es Quetzalcoatl y, a la vez, la serpiente preciosa de plumas de quetzalli en su doble manifestación humana: los caídos Adam y Eva por la trasgresión de la Ley de Dios: No fornicar.
Las lenguas de pedernal, símbolo de luz, de sabiduría y de conciencia, que unen a los dos personajes, simbolizan que estos son uno mismo, que son los eternos pares de opuestos de la naturaleza, que son la Serpiente emplumada que, refulgente cual el rayo, duerme enroscada en la glándula humana del cóccix -fuego sagrado e invisible para la ciencia oficial- y que al ser despertada silba y se yergue como herida por un bastón para ascender a lo largo del canal medular, asiento de los siete centros psíquicos -Chacras- principales del hombre que, al ser atravesados por ella, se vivifican y vuelven hacia arriba sus coronas de fuego que antes se encontraban caídas y marchitas.
Tonatiuh, el Padre. Quetzalcoatl, el caído fuego del Espíritu Santo en espera de ser levantado por el Hijo de la raza azteca.
Los corazones entre garras felinas simbolizan a la «muerte del Iniciador». Transformado en tigre, Quetzalcoatl sube desgarrando el corazón de quien lo despierta hasta matar en él a todas las ilusiones de la personalidad, a todo apego por las cosas que lo atan a la Tierra.
Realmente, son necesarias la sagacidad y la fiereza del tigre para matar a la personalidad humana y hacer que resplandezca en el hombre el Dragón de Sabiduría de 7 Serpientes, símbolo del decapitado.
Existen nueve iniciaciones menores y nueve iniciaciones mayores. No hay iniciación sin purificación. En cada iniciación muere algo en el hombre y a la vez nace algo en el hombre. (Véase El Libro de los Muertos) Hay que perderlo todo para ganarlo todo.
Cuando el alma se libera de sus cuatro cuerpos de pecado entra en el Mundo de los Dioses y se desposa, entonces, con su Intimo.
Las garras felinas de Quetzalcoatl, nuestro Intimo, hacen presa del corazón humano para libertarnos de los cuatro cuerpos de pecado y llevarnos a la dicha inefable de la unidad con Dios. La lanza de Longinus hiere al corazón humano y este sangra dolorosamente por el arrepentimiento. Se necesita de la más perfecta santidad para que el hombre recobre su heredad perdida.
Quetzalcoatl es el Dios interno de los aztecas. Sus garras felinas se clavaban en el corazón del iniciado para devorarlo. El neófito recibe la Cruz de la Iniciación en el corazón (templo del sentimiento). A las realizaciones cósmicas se llega por el camino del corazón, no por el camino del intelecto.
BIBLIOGRAFÍA. Magia Cristica Azteca (Cap. 7). Samael Aun Weor.
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