JESUS EL CRISTO

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Gnosis por Samael Aun Weor

jueves, 10 de marzo de 2011

LEONARDO DA VINCI

LEONARDO DA VINCI

“Leonardo fue verdaderamente admirable y divino... La naturaleza le quiso favorecer de tal manera que, hacia donde él dirigiera su pensamiento, su cerebro y su alma, mostraba tanta divinidad en sus cosas que nadie podía comparársele en agilidad, en vivacidad, en bondad, en ligereza y en gracia.”  
Giorgio Vasari
 
Leonardo Da Vinci fue el hombre más universal de Renacimiento, prestó atención a todos los campos de la ciencia. De hecho, a Leonardo Da Vinci se le atribuye el título de “Homo Universalis” por su polifacética actividad como ingeniero, arquitecto, escultor, músico, escritor, diseñador, dibujante, filósofo, científico y excelente maestro de la pintura.

Este insigne hombre nació en Vinci, aldea cercana a Florencia, el 15 de abril de 1452, y fue al parecer, hijo ilegítimo de un notario, siendo éste el primero de los diversos puntos oscuros que presenta su biografía, muy compleja y poco conocida con seguridad.

En 1482 Leonardo se trasladó a Milán, donde permaneció durante casi veinte años al servicio de Ludovico el Moro. Allí Leonardo se convirtió en el ingeniero del duque y en el maestro de obras de  trabajos hidráulicos, de proyectos de arquitectura y de urbanismo, de complicados aparatos y máquinas destinados a las fiestas y espectáculos de la corte, etc.

Existen evidencias de que Leonardo, como maestro de pintura, tuvo discípulos en Milán para los cuales probablemente escribió los textos que más tarde se agruparían en su Tratado de Pintura.  Su obra pictórica más importante del periodo milanés son las dos versiones de La Virgen de las Rocas que, aunque le fue encargada en 1483, no la acabaría hasta diez años después, de acuerdo a sus personales teorías de que la ejecución de una pintura debía de ser lenta. En este cuadro aplica el esquema compositivo triangular, en el que enmarca a la Virgen, el Niño, San Juan y el Ángel, y por otro lado, utiliza por primera vez la técnica del sfumato, (el sfumato consiste en eliminar contornos netos y precisos de las líneas y diluir y difuminar éstos en una especie de neblina que produce un efecto de inmersión en la atmósfera). Por otra parte, hace muestra de un magistral dominio de la mímica que expresa en los gestos de las manos de los personajes.

También durante la estancia milanesa, pero ya en torno a 1485-1495 realizaría diversos retratos de excelente calidad, como la Dama con Armiño, el Músico, la Madona Litta...

De 1495 a 1498, Leonardo trabajó en la ejecución de una de sus principales realizaciones: La Última Cena, donde hizo gala de sus profundos conocimientos de la geometría para conseguir la plasmación de un espacio amplio en el que distribuir las figuras de los Doce Apóstoles y de Cristo. Para ello los agrupó de tres en tres, dejando en el centro la imagen del Salvador, que se recorta nítidamente sobre una ventana abierta con un fondo de vaporoso paisaje.

La caída de Ludovico el Moro en 1499, tras el enfrentamiento con las tropas francesas de Luis XII, obligó a Leonardo a abandonar Milán  y andar un tanto errante por Mantua y Venecia. En 1502 entró al servicio del Cesar Borgia, Duque de Romaña, hijo del papa Alejandro XI, y en su calidad de arquitecto e ingeniero mayor del duque, Leonardo supervisó las obras en las fortalezas de los territorios papales del centro de Italia.

En 1503, ya en Florencia, fue miembro de la comisión de artistas encargados de decidir sobre el adecuado emplazamiento del David de Miguel Ángel. También ejerció de ingeniero en la guerra contra Pisa. Al final de este año empezó a planificar la decoración para el Gran Salón del Palacio de Signocia.

Por estos mismo años el artista da Vinci acometería la que, sin duda, resultaría su obra mas famosa: el retrato de La Gioconda o sea la Mona Lisa, sobre cuya identidad se han barajado varias hipótesis (la más extendida dice que se trata del retrato de la esposa del mercader Francesco del Giocondo); Leonardo terminó la obra hacia 1506, aunque continuó retocándola en posteriores ocasiones, ya que nunca se desprendió de la tabla. Este retrato, que sobresale tanto por sus innovaciones técnicas como por el misterio de su legendaria sonrisa, es la más preciada obra que hoy guarda el Museo de Louvre.

En 1506 Leonardo retornó a Milán, donde entró al servicio del gobernador francés  Carlos Amboise, interrumpiendo esta etapa a finales de 1513 para viajar a Roma, donde residiría hasta 1516 y donde probablemente culminaría el San Juan Bautista y el perdido cuadro de Leda y el Cisne.

A principios de 1517 acepta la invitación del rey francés Francisco I quien, como señal de su inmensa estima le concede un palacete a orillas del Loira, cerca de Amboise. Pasó sus últimos años serenamente, poniendo en orden sus documentos para la publicación de grandes tratados y dibujando una serie de visiones apocalípticas de diluvios y grandes mareas. Muere el 2 de mayo de 1519, asistido por el fiel Melzi, al que en su testamento lega todos sus manuscritos.

Si estudiamos el trabajo que realizó Leonardo Da Vinci apreciaremos que en sus obras están unidas las cuatro columnas del Saber: Ciencia, Arte, Filosofía y Religión, como única manera de transmitir un verdadero conocimiento. Conocimiento que extrajo de la misma Naturaleza, como bien nos lo hace saber. Estudiaba toda la naturaleza, el arte trascendental, fundamentado en la “Ley del Siete”. A través de sus obras intentaba expresar la realidad, la esencia de todas las cosas. Podemos distinguir de este Arte Regio de la Naturaleza, o arte Gnóstico, el arte subjetivo moderno que a nada conduce pues se trata de un arte materialista, donde todo aliento de espiritualidad ha desaparecido.

Este hombre genial con su variedad de estudios y trabajos, rompió los límites medievales y ejerció una  honda influencia sobre los restantes pintores de su época. Mediante una continua experimentación en el campo técnico, intentó aportar nuevos conocimientos pictóricos. Entre sus discípulos podemos nombrar a Francisco Melzi, Ambrosio de Predis, excelente retratista, Boltraffio, Andrea Solario, el Sodoma y, muy particularmente, a Bernardino Luini.

Leonardo cuestionó la concepción de la labor del artista. Para Leonardo ésta es una  “creación de la naturaleza” que exige una serie de conocimientos, anatomía, física, óptica, matemáticas, botánica, etc...

Por ello, insiste con frecuencia en sus escritos en la idea de que la pintura, lejos de ser un arte mecánico, es una actividad intelectual y científica, basada en la experimentación.
Podemos destacar de su cuaderno de notas el siguiente escrito:
 
“Soy plenamente consciente de que al no ser un hombre de letras, ciertas personas presuntuosas puedan pensar que tienen motivos para reprochar mi falta de conocimientos. ¡Necios! Acaso no saben que puedo contestarles con las palabras que Mario dijo a los Patricios Romanos: Aquellos que se engalanan con las obras ajenas nunca me permitirán usar las propias.

Dirán que al no haber aprendido en libros no soy capaz de expresar lo que quiero tratar; pero no se dan cuenta que la exposición de mis temas exige experiencia más que palabras ajenas. La experiencia ha sido la maestra de todo gran escritor; por eso será ella la que yo citaré como nuestra”
 
Leonardo destacó por encima de sus contemporáneos como científico. Sus teorías al igual que sus innovaciones artísticas, se basan en una precisa observación científica rigurosa. Sus descubrimientos no se difundieron en su época debido que suponían un avance tan grande que los hacían indescifrables. Anticipó muchos descubrimientos de los tiempos modernos.

En el campo de la anatomía estudio la circulación sanguínea, el funcionamiento del ojo, etc. Nos dice que; “el ojo es la ventana del alma, es el órgano principal por el que el entendimiento puede tener la más completa y  magnifica visión de las infinitas obras de la naturaleza”.

Realizó también descubrimientos en metereología y geología, conoció el efecto de la luna sobre las mareas, anticipó la formación de los continentes y conjeturó sobre el origen de las conchas fosilizadas.

Por otro lado, como investigador de la hidráulica descubrió el hidrómetro; su programa para la canalización de ríos, todavía, posee valor práctico. Inventó un gran numero de maquinas ingeniosas, entre ellas el traje de buzo, y especialmente sus máquinas voladoras, que establecieron algunos principios de la aerodinámica.

Un creador en todas las ramas del arte, un descubridor en la mayoría de los campos de la ciencia, un innovador en el terreno tecnológico, un profundo estudiador religioso. A Leonardo, por ello, se le ha concedido el título de Homo Universalis.
 
La Gioconda

Leonardo Da Vinci dotó a este cuadro de un hálito misterioso; se han barajado muchas hipótesis al respecto, acerca de su identidad, de su enigmática sonrisa. Pero más bien debemos preguntarnos qué es lo que intentaba transmitir Leonardo, qué verdades transcendentales nos quería mostrar.

Para llegar a ese conocimiento de la Gioconda tenemos que utilizar la imaginación, pues querer saber de la verdad de esta obra con el intelecto es cometer el error de querer estudiar Astronomía con el microscopio, o querer estudiar Bacteriología con el telescopio. Entonces, más vale que empecemos a subir por la escala de la imaginación, que después llegará la inspiración, y al fin llegaremos a la intuición. Debemos comprender que la imaginación es el traslúcido del alma, el espejo del alma, la divina clarividencia. Para el devoto imaginar es ver.

En la Gioconda, el motivo principal es una mujer con rostro sereno, limpio, con profunda mirada, con una suave y enigmática sonrisa. Su cabello está cubierto por un fino velo que no nos oculta la visión de sus cabellos. El ropaje es elegante y delicado. Su mano derecha reposa sobre la izquierda y su rostro nos comunica Amor. El fascinante paisaje del fondo nos atrae hasta llegar a sus cumbres recorriendo alguno de los dos caminos que surgen detrás de la mujer: uno a la izquierda en la que aparece un camino con muchas vueltas, montañas y un gran lago; al otro lado, al derecho, aparece un camino recto, con un puente sin agua, que nos lleva a inmensas montañas en las que aparecen unos elevados picos.

Sin duda, este cuadro es obra de la imaginación consciente del artista, de la imaginación creadora. Ese tipo de imaginación, desarrollada, es grandiosa, sublime. Ese tipo de imaginación, desarrollada, permitió a Leonardo Da Vinci plasmar en el lienzo a la Gioconda que, desde luego, no es el retrato de alguna novia de  Leonardo. Se equivocan los que así piensan. Cuando uno mira a la Gioconda ve que no tiene nada de "noviazgo"; no aparece, en ella, nada semejante. Es un cuadro sublime, que lleva a sentir  un "algo" en el corazón, muy distinto a las emociones inferiores; siente uno un "algo" sublime, como si se encontrara uno frente a frente de un deiduso, de un ángel. En la Gioconda no hay nada de voluptuosidad, ni de erotismo, ni de coquetería, o algo que se pudiera parecer a cosa humana. No hay nada de eso en la Gioconda. Se necesita ser intuitivo para entender lo que es la Gioconda.

Leonardo Da Vinci, en su "traslúcido", captó la imagen de la Gioconda, no es una imagen fantástica, lo que él captó. Captó a su propia Madre Divina Kundalini y la pintó en el lienzo.

Sólo un auténtico alquimista y cabalista, como el V. M. Samael puede entender y explicarnos el verdadero significado de la Gioconda, y por ello nos invita a observar el cuadro y a fijarnos en los dos caminos que aparecen a lado y lado de la figura central. Uno de esos caminos, es el espiraloide, el de la izquierda, y va al agua; el otro, es un camino más largo y en vez de ir al agua, se interna en un bosque. Allí está la clave. El que entiende cuáles son los dos caminos, sabe muy bien que Leonardo Da Vinci pintó a su Divina Madre Kundalini.

El camino ese espiraloide, que va al agua, es la "vía húmeda" de la Alquimia. Algunos Iniciados, cuando llegan al estado legítimo de hombres reales, verdaderos, se definen por la senda espiral nirvánica, por la "vía húmeda". Esos se sumergen en el Nirvana, y por allá en eternidades de eternidades, toman cuerpo alguna vez, y pueden tomar cuerpo en cualquier planeta del espacio infinito, para dar un paso adelante. De manera que ellos viven, ante todo, en felicidad, son dichosos. Los otros, los que escogen la "vía seca", o sea, la directa, se internan en el "bosque" de la Alquimia.

Leonardo Da Vinci pinta a su Divina Madre Kundalini, entre los dos caminos: el de la espiral, o sea la "vía húmeda", y el de la directa, que se interna en el "bosque" de la alquimia. Obviamente, sólo con la ayuda de la Divina Madre Kundalini, puede uno avanzar en cualquiera de las dos vías, sea en la "vía húmeda" o sea en la “vía seca".

Los alquimistas, hablando en lenguaje simbólico o alegórico, dicen que "en la vía húmeda el trabajo se puede realizar en 18 meses", y que "el trabajo en la vía directa, es decir, en la vía seca, se puede realizar en ocho días" Naturalmente, se está hablando en números simbólicos, pero resulta que, afortunadamente, gracias al V. M. Samael conocemos el lenguaje de los Alquimistas. Debido a eso podemos afirmar, en forma enfática, que la Gioconda de Leonardo Da Vinci es su propia Madre Divina Kundalini. ¡Y la pintó, sí señor! Esa es la Gioconda.

A.S.

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