JESUS EL CRISTO

JESUS EL CRISTO
Gnosis por Samael Aun Weor

miércoles, 9 de marzo de 2011

EL PROCESO DE JESUCRISTO


EL PROCESO DE JESUCRISTO
Juan, 13 25-31: Anuncio de la traición

Entonces él, reclinándose en el pecho de Jesús, le preguntó:
-Señor, ¿Quién es?
Jesús le contestó:
-Es ese a quien le voy a dar yo este trozo de pan mojado.
Y, mojando el pan en la salsa, se lo dio a Judas, el de Simón Iscariote. Y en aquel momento, detrás del pan, entró en él Satanás. Jesús le dijo entonces:
-Lo que vas a hacer, hazlo ya.
Ninguno de los comensales entendió por qué se lo decía. Como Judas tenía la bolsa, supusieron algunos que Jesús le encargaba comprar lo necesario para la fiesta o dar algo a los pobres. Judas tomó el pan y salió inmediatamente. Era de noche.


Juan, 18 1-12: El arresto

Dicho esto, salió Jesús con sus discípulos, pasaron el torrente Cedrón y entraron en un huerto. Judas, el que lo traicionaba, conocía también el sitio, porque Jesús ser reunía allí a menudo con sus discípulos.
Judas cogió la patrulla y a unos guardias de loa sumos sacerdotes y fariseos, con faroles, antorchas y armas, y entró allí. Jesús, sabiendo todo lo que se le venía encima, se adelantó y les dijo:
-¿A quién buscáis?
Contestaron:
-A Jesús Nazareno.
Les dijo Jesús:
-Soy yo.
Estaba con ellos Judas el traidor. Al decirles “soy yo”, dieron un paso atrás y cayeron a tierra.
Luego les preguntó otra vez:
-¿A quién buscáis?
Contestaron:
-A Jesús Nazareno.
Jesús les dijo:
Os he dicho que soy yo. Si me buscáis a mí, dejad que éstos se marchen. Así se cumplió lo que había dicho: “De los que me confiaste, a ninguno he perdido”.
Entonces Simón Pedro, que llevaba un machete, lo sacó y de un tajo le cortó la oreja derecha al criado del sumo sacerdote. El criado se llamaba Malco. Jesús le dijo a Pedro:
-Mete el machete en su vaina. El trago que me ofrece el Padre, ¿voy a dejar de beberlo?



Mateo, 26 20-25: Anuncio de la traición.

Al caer la tarde se puso a la mesa con los Doce. Mientras comían, dijo:
-Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar.
Ellos, consternados, empezaron a replicarle uno tras otro:
-¡No seré yo, Señor!
Respondió él:
-Uno que ha mojado en la misma fuente que yo me va a entregar. Este Hombre se va, como está escrito de él; pero ¡ay de ése que va a entregar a este Hombre! Más le valdría a ese individuo no haber nacido.
Entonces le preguntó Judas, el que lo iba a entregar:
-¡No seré yo, Maestro!
Respondió:
-¡Tú lo has dicho!


Mateo, 26 47-56: El arresto

Aún estaba hablando cuando apareció Judas, uno de los Doce, acompañado de un tropel de gente con machetes y palos, mandada por los sumos sacerdotes y los senadores del pueblo. El traidor les había dado por seña:
-El que yo bese, ése es: detenedlo.
Se acercó en seguida a Jesús y le dijo:
-¡Salud, Maestro!
Y lo besó con insistencia. Pero Jesús le contestó:
-¡Amigo, a lo que has venido!
Entonces se acercaron a Jesús, le echaron mano y lo detuvieron. Uno de los que estaban con él tiró de machete y de un tajo le cortó la oreja al criado del sumo sacerdote.
Jesús le dijo:
-Vuelve el machete a su sitio, que el que a hierro mata a hierro muere. ¿Piensas que no puedo acudir a mi Padre? Él pondría a mi lado ahora mismo más de doce legiones de ángeles. Pero, ¿cómo se cumpliría entonces la Escritura, que dice que esto tiene que pasar?
Jesús dijo entonces a la gente:
-¡Con machetes y palos habéis salido a prenderme como si fuera un bandido! A diario me sentaba en el templo a enseñar y no me detuvisteis.
Todo esto ocurrió para que se cumpliera lo que escribieron los Profetas. En aquel momento todos los discípulos lo abandonaron y huyeron.



Mateo, 27 11-26

Jesús compareció ante el gobernador, y el gobernador lo interrogó:
-¿Tú eres el rey de los judíos?
Jesús declaró:
-Tú lo estás diciendo.
Mientras duró la acusación de los sumos sacerdotes y senadores no replicó nada. Entonces le replicó Pilato:
-¿No oyes cuántos cargos presentan ante ti?
No le contestó a una sola pregunta, de suerte que el gobernador estaba sumamente extrañado.
Por la Fiesta acostumbraba el gobernador soltar un preso, el que la gente quisiera. Tenía entonces un preso famoso, Jesús Barrabás. Cuando acudió la gente, les preguntó Pilato:
-¿A quién queréis que os suelte, a Jesús Barrabás o a Jesús a quien llaman el Mesías?
Mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó recado:
-Deja en paz a ese inocente, que esta noche he sufrido mucho en sueños por causa suya.
A pesar de todo, los sumos sacerdotes y los senadores convencieron a la gente de que pidieran a Barrabás y que muriese Jesús.
El gobernador tomó la palabra:
-¿A cual de los dos queréis que os suelte?
Contestaron ellos:
-A Barrabás.
Pilato les preguntó:
-Y ¿qué hago con Jesús, al que llaman el Mesías?
Contestaron todos:
-¡Que lo crucifiquen!
Pilato repuso:
-Pero, ¿qué ha hecho de malo?
Ellos gritaban más y más:
-¡Que lo crucifiquen!
Al ver Pilato que todo era inútil y que, al contrario, se estaba formando un tumulto, pidió agua y se lavó las manos cara a la gente, diciendo:
-Soy inocente de esta sangre. ¡Allá vosotros!
El pueblo entero contestó:
¡Nosotros y nuestros hijos respondemos de su sangre!
Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de mandarlo azotar, lo entregó para que lo crucificaran.

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